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entada frente a la computadora con unas ideas rondando la cabeza es como empiezo a escribir. Comienzo con un pensamiento y una clara intención pero conforme voy tecleando las ideas van cambiando, puede que sea mala escritora, que me deje dominar por ellas o tal vez algo permisiva, porque las dejo mutar según avanzo, no niego que a veces me siento traicionada pues en momentos se expresan como a ellas les da la gana entrando en una especie de resistencia con mis propios valores, hago un alto y trato de re encauzarlas, no todas son domables; paro y pienso si es que yo me alejé de ellas o ellas se alejaron de mí, de una u otra manera me doy cuenta que cada idea está formada por palabras y son ellas las que me afectan porque cuando son evocadas en el camino van cobrando vida propia dependiendo no solo de su significado sino de la dirección que van tomando abriendo camino para que yo vaya transitando.

Cada artículo es un discurso, se enuncia de manera escrita un conjunto de ideas que reflejan sentimientos, pensamientos o deseos. Las palabras que los comprenden van cobrando vida propia en quienes los leen. Los lectores se convierten en cómplices desconocidos de quienes responsable en algunos casos o irresponsablemente en otros osamos escribir.

Somos responsables cuando asumimos dominio propio y escribimos tomando pausas, haciendo silencios, reflexionando y analizando si lo que se estamos plasmando en cada palabra llegará a quien la lee con el sentido y significado adecuado; no digo correcto porque la interpretación varía por el ánimo, la situación o el contexto.

Irresponsables podemos ser cuando damos rienda suelta a todo lo que pasa por la mente y que indefectiblemente atraviesa el corazón - “de la abundancia del corazón habla la boca” -. Es importante escuchar/leer con atención lo que se dice porque las palabras son fieles delatoras de lo que no se ve, pero se pretende ver más adelante. Dieng (Asesor de la ONU) habla de la Prevención del Genocidio y nos hace entender como los discursos de odio anteceden a los crímenes de odio. Y es que las palabras cobran vida propia dependiendo del corazón que las emite y al corazón al que llegan.

Palabras como “paz” en situación de guerra tienen mayor significado que cuando la deseamos en t. Existen sociedades que la perdieron hace mucho tiempo y posiblemente ya no la recuerdan por haberse acostumbrado a convivir con la angustia. Dios nos libre de ello porque cuando no la tenemos digan si no cobra vida propia.

Palabras como “libertad” entendiendo que no es hacer lo que nos dé la gana; sino ejercer un derecho para elegir de manera responsable nuestra forma de actuar, es un derecho básico pero qué grave cuando no se entiende que exige responsabilidad hacer uso de ella. A veces no nos damos cuenta de lo que vale hasta que corremos riesgo de perderla y aquí justamente aquí cobra vida propia.

Palabras como “fe” son descalificadas del vocabulario cotidiano hasta que se llega a situaciones que nos obliga a mirar el cielo porque lo que sucede en la tierra no es prometedor. Cuando pasa lo impensable en la salud, en la economía del hogar o en la convulsión de un país, cobra vida propia.

La ausencia de esas tres palabras (paz, libertad y fe) engendran vida en otras tantas como poder, control, miedo, abuso, calumnia, mentira y muerte; obligándonos a devolver la vida a palabras que las teníamos muertas como justicia, respeto, obediencia, confianza, compasión, perdón y verdad.

Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.