
asta hoy —19 años, 1 mes y 20 días— desde que el MAS asumió el manejo del Estado con E.V.A. desde 2006 hasta 2019 y del 2020 al 2025 con L.A.C., hoy en día vemos y vivimos exponencialmente la debacle de la economía boliviana en todos sus niveles. Ahí nace esta interrogante; ¿Se acabo la fiesta?
En estas casi dos décadas de gobierno del MAS, se pudo vislumbrar muchísimas cosas, que seguramente habrá momento para debatir, y escribir. Pero ante todo dos factores que en global marcan al gobierno de forma muy peculiar; la farándula y el derroche.
Farándula: inclusive las acciones más pequeñas e intrascendentes, así como obras marcadamente inconclusas por encontrarse en “etapas”, han sido “inauguradas” con un despliegue millonario por parte de estos dos presidentes, transportados en aviones de lujo con un coste de decenas de miles de dólares por hora de vuelo, con su séquito de funcionarios, cuerpos de seguridad al estilo de una guardia pretoriana, con los consabidos aduladores y los más modernos equipos de prensa.
En ese segmento el Gobierno manejado por del MAS no ha tenido rival, posiblemente en esta parte del mundo. La cobertura mediática y la transmisión visual a todos los rincones del país y fue de este, espectáculo no sólo está resumido en esas “entregas de obras”, sino en cumbres de “movimientos sociales” llevadas a cabo en el mayor de los lujos.
Reuniones, con multitudes de delegados de todo el mundo bajo rótulos insinceros y costosísimos regalos, viajes de nutridos grupos de acólitos del partido de gobierno a todos los rincones del mundo, operativos multimillonarios de policías, fuerzas armadas y despliegues de un aparente “poder”, todo eso sí, muy bien cubierto por la millonaria maquinaria de propaganda.
Nos volvemos a preguntar ¿será que algún día se le informará al pueblo boliviano sobre cuánto cuesta este histrionismo gubernamental?
Derroche: los recursos públicos en muchísimas más ocasiones que las que a una persona coherente le gustaría admitir han sido destinados junto con las cifras de vértigo del gasto en histrionismo gubernamental, en multitud de proyectos poco prácticos y aparatosos como ser plantas de “industrialización” sin materias primas.
O en mercados, carreteras a ninguna parte, edificios dedicados al lujo y el ego, empresas deficitarias, medidas políticas en lugar de financieras, sueldos, eso sí, muchos sueldos, canchas deportivas casi inaccesibles, hospitales a medio hacer, financiamiento de obras inexistentes, contratos fraudulentos, múltiples hechos de corrupción, bonos, aeropuertos inservibles, vendettas políticas, etc.
Largo, muy largo, sería detallar el derroche de estas casi dos décadas y entre lo increíble lo peor: este derroche se muestra con grandísima publicidad y farándula gubernamental como si fuera un gran triunfo además de querer hacer creer a todo el pueblo que existe un cambio, una verdad a medias, dado que el cambio es el de nuevos ricos en las figuras de los adláteres del gobierno.
Indicadores económicos, calificaciones internacionales de riesgos, precios de materias primas, imposibilidad de cumplir con abastecimiento de carburantes, importación a la inversa de alimentos, contaminación ambiental, terrorismo tributario, etc.,
Hoy ya vivimos, las consecuencias, a causa de esa fiesta del derroche y toda su farándula, con el agotamiento de los recursos, esto sin mencionar las calificaciones internacionales como un país inviable o de un cuasi narcoestado, sin responsables, ni remedio.
Lamentablemente puede que ocurra como en cualquier fiesta con derroche, que aquellos que se encuentren “de último para salir” sean quienes paguen todos los platos rotos, mientras que los actores seguirán divirtiéndose cómodamente desde una relativa seguridad.
Preguntaran ¿quiénes son los que siempre salen de último? Pues, EL PUEBLO, el que siempre sufre las consecuencias del gobierno de turno y de sus ineficaces políticas.
Finalmente preguntémonos ¿Seguiremos siendo actores pasivos en esta tragicomedia, que llamamos “proceso de cambio”? ¿O haremos respetar nuestros derechos por el futuro de la patria y de nosotros mismos?
William Torrez Pérez es político y exasambleísta departamental de Oruro.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.