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artiendo de los resultados de la “oposición” política, al régimen del MAS, en las dos últimas contiendas nacionales, ambas nos arrojaron resultados interesantes y, a la vez nos dan parámetros inquietantes.

Año 2014, dos oposiciones: Unidad Demócrata encabezada por Samuel Doria Medina obtuvo 24,23% y PDC repressentado por Jorge Quiroga logró 9,04%. Ambos movimientos de oposición captaron un 33,27% del electorado.

Y dada la casualidad después de más de una década nuevamente intentaron ser protagonistas de lo que hoy resultó todo un despropósito político al mostrar que una unidad podía plasmarse en una sola candidatura.

Año 2020, dos oposiciones: Comunidad Ciudadana liderada por Carlos Mesa consiguió el 28.83% y Creemos, alianza encabezada por Luis Fernando Camacho, llegó al 14% de los votos. Ambas organizaciones políticas de oposición captaron un 42.83% de la votación a nivel nacional.

Como dato curioso para la historia, ambas oposiciones se la pasaron los casi 5 años de gestión totalmente divididos, peleados y fragmentados inclusive más que los sectores oficialistas. Apareciendo corrientes como los “camachistas, mesistas, bancada fr CC, bancada de Creemos, ucesistas, independientes, etc.”

Estamos convencidos que uno de los factores de la virtual impunidad y/o abuso del oficialismo para cometer sus tropelías y desatinadas políticas, es la ausencia marcada de una sola oposición contra el régimen del MAS (a la hora de marcar un solo horizonte).

Fundamentalmente y de forma nominal casi todas aquellas tendencias se identifican por su falta de unidad, así como una excesiva atomización de sus cuadros políticos, a la par de una extraña negativa de coordinar esfuerzos entre sí.

Incluso hasta sería factible especular sobre presuntas labores de infiltración masiva del gobierno del MAS, para crear la aparente fractura de los movimientos opositores, así como una presumible incapacidad de las fuerzas opositoras de producir una alternativa creíble al actual régimen.

Dentro la “óptica” de los medios oficialistas; “la oposición carece de propuestas”, “carece de unidad”, carece incluso de “moral” para enfrentar al gobierno, aludiendo una distorsionada visión de la historia; sin embrago, cabe resaltar que el régimen del MAS quedara marcado como los arquitectos de la multicrisis que hoy vivimos.

Contemporizando con la realidad de nuestro quehacer diario y coyuntural, muchos grupos que se oponen a las políticas, dictámenes y prácticas del partido de gobierno, surgen para hacer escuchar su voz de manera autónoma y queriendo disociarse de estas anteriores y mencionadas estructuras tradicionales.

Esta multitud de tendencias autónomas desde las más moderadas hasta las más radicales, se constituyen en lo que formalmente conocemos también como oposición (quizá una más sensata), y es precisamente la diversidad de instrumentos y posturas de grupos de oposición la que revela las profundas contradicciones de un sistema agotado y un gobierno ineficiente.

La unidad de la oposición radica en el NO al partido de gobierno y su régimen, con todo lo que implica, es decir el gobierno del MAS debería reflexionar sobre, si, su política es acertada, ya que ha provocado que un gran número de bolivianos, en diversos y numerosos grupos, se opongan de una u otra forma a sus políticas.

De por sí la sola existencia de una plétora de grupos opositores que detona desde un inconformismo de la ciudadanía, hasta una abierta discrepancia manifiesta, extremos que han motivado las grandes derrotas del MAS como ocurrió el 21F del 2016 o lo ocurrido en noviembre de 2019.

Con el final de este ciclo político, del cual el MAS es el último y el más vicioso representante, este también traerá una nueva forma de hacer política, y quizás una política más descentralizada, horizontal, comunicativa, con gran uso de la tecnología, y sobre todo no doctrinaria.

El partido político (nuevo o remozado), que mejor comprenda y unifique esos múltiples esfuerzos de movimientos de oposición, más con una creíble propuesta seria, no solamente derrotará a este régimen, sino tendrá las llaves y las riendas del siguiente gobierno.

Bien podemos advertir también que la excesiva atomización de los movimientos de oposición y su incapacidad aparente de aunar esfuerzos, proyectando una propuesta alternativa viable al sistema oficialista, peligrosamente podría ayudar a que el partido de gobierno imponga nuevamente su ilegítima voluntad al pueblo boliviano.

William Torrez Pérez es político y exasambleísta departamental de Oruro.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.