
as elecciones nacionales de agosto de 2025 en Bolivia estuvo marcada por ser una de las más reñidas y atípicas desde 2005. Hasta hace pocas semanas, el escenario parecía relativamente claro: una contienda definida entre Samuel Doria Medina y Jorge Tuto Quiroga, con un Movimiento al Socialismo (MAS) debilitado, un Andrónico Rodríguez sin suficiente estructura para despegar y un Manfred Reyes Villa sólido en su reducto valluno pero limitado nacionalmente.
Sin embargo, la irrupción de Rodrigo Paz Pereira como punto de confluencia de sectores populares y jóvenes cansados de los políticos tradicionales introdujo un factor de cambio en el tablero de juego y de transformación radical en la correlación de fuerzas rumbo a la segunda vuelta.
La narrativa dominante hasta inicios de agosto se sostenía en cinco piezas: Doria Medina, con un discurso de “cambio tranquilo” y estabilización económica como carta principal frente a la crisis de dólares, combustibles y reservas; Quiroga, reposicionando su experiencia en torno a reformas profundas, anticorrupción y modernización del Estado; Del Castillo, atrapado en la caída libre del MAS y con la pesada carga de defender un ciclo económico desgastado; Andrónico, símbolo de una nueva izquierda, pero con poca maquinaria y riesgo de ser drenado por el voto útil; Reyes Villa, con un perfil limitado a Cochabamba y con débil proyección nacional.
El consenso era que Doria Medina y Quiroga se perfilaban como los principales competidores para segunda vuelta, con ligera ventaja para el primero debido a la centralidad de la crisis económica.
En este tablero irrumpe Rodrigo Paz Pereira, exalcalde de Tarija, senador y figura que, si bien no arrastraba protagonismo nacional en los últimos años, ha sabido capitalizar un discurso diferente: el de la antipolítica desde dentro del sistema.
A diferencia de Doria Medina y Quiroga, asociados por amplios segmentos a la élite política y empresarial de las últimas décadas, Paz emerge como una voz fresca, con raíces en el sur del país y una identidad híbrida: joven, con experiencia de gestión, pero sin la carga simbólica de los viejos pactos.
Lo que lo convierte en factor disruptivo no es solo su candidatura en sí, sino el apoyo inesperado de sectores populares hartos de la polarización y del reciclaje de figuras tradicionales. Su narrativa de “nueva política ciudadana” le permite tender puentes entre jóvenes urbanos desencantados, sectores populares, migrantes internos y clases medias emergentes.
Aplicando los criterios de Sun Tzu, del connotado texto El Arte de la Guerra, al nuevo escenario, se pueden visualizar los cambios que introduce Paz. En el ámbito doctrinario o narrativa unificadora, mientras Doria Medina articula la estabilización y Quiroga el orden institucional, Paz logra introducir la narrativa del “ni lo viejo del MAS, ni lo viejo de la oposición”. Esto genera una cohesión doctrinal novedosa: el “cambio sin retorno al pasado.
Cuando se analiza el clima político (coyuntura), tanto la crisis económica y el desgaste político juegan a su favor. La ciudadanía no solo busca soluciones económicas, sino también renovación generacional y ética. Paz encarna ambos elementos de manera simbólica.
En cuanto a su llegada a los sectores populares, si bien Doria Medina domina en clases medias urbanas y Quiroga en profesionales del oriente, Paz tiene margen de penetración en sectores populares urbanos (El Alto, barrios periurbanos de Cochabamba, distritos populares de Santa Cruz) y en el sur del país, a los que se suma la imagen del capitán Lara. Su alcance no es tan amplio, pero puede ser decisivo al momento de las definiciones finales de este proceso electoral.
Su liderazgo también se diferencia de los otros contendientes, su estilo cercano, menos confrontacional y con lenguaje ciudadano le da atractivo entre indecisos y jóvenes. Aunque carece de la autoridad técnica de Doria o la experiencia de Tuto, transmite autenticidad, atributo muy valorado en un contexto de desgaste político.
Su gran debilidad, no obstante, se vincula con su estructura organizativa. Su estructura es frágil en comparación con la maquinaria de Doria o la red de Quiroga. Sin embargo, la adhesión espontánea de colectivos ciudadanos y plataformas digitales pudo compensar parcialmente esta falta de disciplina clásica.
Paz Pereira, por tanto, se convirtió en el factor disruptivo de las elecciones nacionales 2025. Samuel Doria Medina hasta hace dos semanas con su relato de estabilidad se mantenía como favorito. Empero, declaraciones sobre cambios en la constitución sobre temas sensibles y las manifestaciones de apoyo de ciertas ex autoridades del MAS afectaron su imagen y lo vincularon al partido de gobierno, situación que fue explotada de manera sañuda en las redes sociales.
Jorge Tuto Quiroga es quien más pierde con la irrupción de Paz. Su bandera de renovación institucional choca con la frescura del tarijeño. Quiroga no pudo mantener la imagen de renovación por sus antecedentes políticos y su candidato a la vicepresidencia no fue suficiente para remozar su imagen política.
Para el oficialismo, la entrada de Paz es doblemente negativa: debilita el voto joven progresista que podría haber recalado en Andrónico y erosiona cualquier posibilidad de polarización binaria “MAS vs. oposición”.
La mayor víctima de la irrupción de Paz es Andrónico. Su narrativa de renovación de izquierda se ve desplazada por una alternativa más transversal. El riesgo es quedar reducido a actor marginal, incapaz de retener el voto útil.
Manfred Reyes Villa, por su parte, si bien mantiene fuerza en Cochabamba, su proyección nacional se ve opacada por la novedad de Paz. Puede optar por negociar temprano su apoyo a alguno de los favoritos, para no quedar fuera del juego en la segunda vuelta.
Los resultados de la elección nacional del 17 de agosto configuran un escenario no pensado que lleva a Paz y “Tuto” a segunda vuelta. En este nuevo tablero de juego se enfrenta la experiencia de Estado y renovación generacional. Paz tendría mayor atractivo simbólico, pero Quiroga mejor estructura y alianzas.
Lo que explica la centralidad de Rodrigo Paz no son necesariamente sus porcentajes actuales reflejados en encuestas totalmente alejadas de los resultados electorales del día domingo, sino su capacidad de resonar con el 30% de indecisos, principalmente jóvenes y sectores populares urbanos. En un contexto donde la política tradicional aparece agotada, un discurso de cercanía y renovación puede convertirse en llave para llegar al poder. Su desafío fue capitalizar ese entusiasmo inicial con propuestas claras en economía y seguridad, temas donde Doria y Quiroga tienen ventaja técnica.
Las elecciones bolivianas de 2025 ya no son solo un duelo entre tecnócratas y reformistas. La irrupción de Rodrigo Paz como comodín ciudadano, como un outsider construido por la propia ciudadanía es altamente significativa. Pudo ganar en primera vuelta y se proyecta de manera para el desenlace del balotaje en la disputa por la presidencia.
Como enseñaría Sun Tzu, “el que sabe aprovechar las condiciones del terreno vence”. En este caso, el terreno es la fatiga ciudadana con los políticos de siempre. Paz lo ha identificado y, aunque carece de disciplina organizativa, posee el activo más valioso en tiempos de crisis: credibilidad fresca ante un electorado que quiere cambiar sin repetir el pasado.
Jorge Kafka es politólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
