
xisten muchas teorías, algunas locas y otras no tanto. Entre las más cuerdas me encanta la “Teoría de las ventanas rotas” que habla de un experimento social en el que dos psicólogos dejan abandonados dos autos exactamente iguales pero en distintas zonas, una que corresponde a una comunidad muy pobre y delictiva; el segundo en un barrio residencial.
A los pocos días en la primera comunidad casi ya no quedaba auto, rompieron los vidrios, robaron las partes, destartalaron lo que quedaba y pocos fierros los dejaron retorcidos. En la otra, el auto se mantuvo intacto por varias semanas hasta que uno de los psicólogos decidió romper uno de los vidrios intencionalmente; a los días la respuesta comunitaria ha sido exactamente la misma que en el barrio pobre.
A partir de un vidrio roto, el proceso delictivo se dio de la misma manera en el barrio supuestamente seguro. Por tanto, atribuir a la pobreza las causas de los delitos parece ser un error porque no es un tema de pobreza; es un tema que tiene que ver con la psicología, con el comportamiento humano y con las relaciones sociales.
Textualmente dicen ellos: “Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés, despreocupación que va destruyendo los códigos de convivencia, tales como la ausencia de ley, de normas, de reglas, dejando la sensación de que todo vale nada. Cada nuevo ataque que sufrió el auto reafirmó y multiplicó esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional (…) si se rompe un vidrio de una ventana de una casa y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se crean las condiciones para que surja y prospere el delito.
Si se cometen ‘esas pequeñas faltas’ como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja, y estas pequeñas faltas no son sancionadas, entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más graves. Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente y esos mismos espacios abandonados por la gente serán progresivamente ocupados por los delincuentes”.
La respuesta de los estudiosos fue más contundente aún, concluyendo que ante el descuido y el desorden crecen muchos males sociales y se degenera el entorno y el ambiente.
Ahora bien, algunos dirán que es algo loco o exagerado, pero pensemos ¿qué pasa en nuestras casas cuando el papá o la mamá permiten que haya desperfectos sin atenderlos a tiempo, como paredes descascaradas, focos quemados, desorden en los cuartos, cocinas sucias o tal vez que se pronuncien malas palabras, se falte el respeto u otras anormalidades que afectan las relaciones interpersonales? Pues exactamente lo mismo: todo se desborda.
Cuando permitimos que un “vidrio” se rompa y no lo reponemos, poco a poco todo lo demás se va deteriorando. Lo dije, lo digo y lo diré: el orden trae orden y el desorden sólo más desorden. Esa lógica la aplico a la limpieza, al buen trato, al respeto, al trabajo y también al dinero.
Hay que estar atento a cualquier síntoma de deterioro que ponga en riesgo nuestra seguridad y los indicios siempre se hacen visibles en lo tangible como los vidrios o en lo intangible como en las relaciones.
Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
