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larke uno de los mayores escritores de ciencia ficción abrió una de sus películas con la siguiente frase “existen dos posibilidades: que estemos solos en el universo, o que estemos acompañados. Ambas son igualmente aterradoras”. Considerando el contexto, la expectativa que quería generar y el objetivo de su mensaje, me parece una frase fabulosa para el mundo de la ficción. No obstante, nosotros no estamos en él —aunque muchos puedan tener vidas que así lo parezcan—, vivimos en un mundo real, tan simple como eso y tan complejo como para entender que no es ideal.

En un mundo ideal no habrían conflictos entre países o entre dos hermanos que nacieron en la misma casa tampoco hambre en muchos vientres cuando en otros tantos indigestión por el exceso; o peleas por un puñado de papel conocido como billetes que destruye familias, corazones y relaciones (“raíz de todos los males es el amor al dinero”), pero hoy de él no quiero hablar.

Quiero hablar de los “encuentros cercanos del peor tipo” que en el mundo de la ficción hace alusión a los extraterrestres, a lo desconocido, a lo oscuro casi negro; y en nuestro mundo a aquellas situaciones donde preferimos estar en el más allá antes de enfrentarlas.

Evitamos enfrentar situaciones donde sabemos que nos hemos equivocado pero no admitimos el error y preferimos acostumbrarnos a una comunicación distante, fría o en muchos casos inexistente, por tanto muerta, ¿pedir perdón cuesta tanto como para sacrificar tanto?

Otro tipo de encuentros viles son aquellos que se dan en las conocidas “sociedades de admiración mutua” donde la salamería, el interés y el no importismo de las necesidades comunes hacen que el aire se torne casi irrespirable, ¿alguna vez sintieron algo así en un trabajo, cóctel o aeropuerto?

Qué podríamos decir de las experiencias que tenemos con los hermanos, primos, cuñados o sobrinos que simplemente por malentendidos se termina compartiendo el apellido o la sangre y ya no los almuerzos familiares; qué triste que ese episodio pasado defina el cruce de vereda en el presente evitando que las siguientes generaciones compartan en el futuro, ¿será justo por ellos?

Y qué hablar de los nuestros, bien nuestros (maridos y esposas) que por la adopción de patrones de conductas extraños a los normales deciden vivir como extraños dentro de la misma casa retirándose con mucha facilidad el afecto. Lo normal es saludarse, despedirse, agradecer, mirarse a los ojos para expresarse amor, decir con libertad lo que piensan, desesperarse por estar no solo juntos si no unidos, llorar o reír con sinceridad, equivocarse y aprender, caerse y saber que ahí está la otra mano para levantar al caído, ¿dónde están las parejas que se desesperaban por encontrarse? Al extinguirse ellas, están extinguiendo la generación de hijos que respeten a sus padres provocando un “encuentro” generacional infame donde hasta la inexperiencia tecnológica es motivo de burla de los menores para con los mayores.

Los peores encuentros no son con seres de otro planeta si existieran (que no lo creo). Son con los seres que hemos amado o amamos y ya no compartimos; son con los que participaban de las bromas y ya no nos reímos; son con los que te abrazaban para saludarte y hoy evitan el mirarte, son con los que deben respetarte y deciden burlarse , ¿habrán encuentros cercanos del peor tipo mayores a estos? (seguro que sí, pero estos son los que duelen).

Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.