
ablando de cualquier tema y dejando que la imaginación se luzca, repasemos alguna situación en nuestra vida donde hayamos tenido que elegir una opción ante varias alternativas y lógicamente siempre buscamos la mejor entre ellas. Comprar un departamento o escoger un tema de tesis nos genera un tipo de ansiedad parecido al que vivimos dentro de los supermercados cuando estamos contra el tiempo y nos ofrecen alrededor de cincuenta productos que nos brindan exactamente lo mismo que estamos buscando; entonces miramos el peso, el origen, la fecha de expiración, la procedencia, el precio y llega un momento donde de tanto buscar y de tanto leer nos agotamos y se termina por comprar el peor o en su defecto, decidimos no comprar y nos retiramos.
Si esto nos sucede alguna vez, es normal, parte de la vida y de nuestra humanidad pero debemos entender que comprar un departamento, elegir un tema de tesis o salir sin comprar del supermercado no son cosas tan serias como pasar los años buscando a la chica perfecta para formalizar una relación, al amigo perfecto para contarle tu historia o a los papás perfectos para convertirlos en amigos… ”lo perfecto es enemigo de lo bueno” (Voltaire)… y por encontrar esa perfección se pasan los años y con ellos la vida.
Cuando tenemos muchas alternativas, nuestro nivel de exigencia se incrementa, la sobreinformación nos satura y por consiguiente entramos en un proceso de análisis inconsciente que nos agota y finalmente nunca decidimos, cuando tenemos demasiadas opciones optamos por no decidir. Pensar mucho en algunos casos hace daño pues no basta con tomar decisiones correctas; si no, también tomarlas en el momento correcto.
Buscar hacer las cosas lo mejor posible es una cualidad, sólo que ella llevada al extremo nos induce a una búsqueda de la perfección y para alcanzarla entonces nos detenemos en muchos detalles tratando de minimizar las opciones de fracaso o riesgo sin darnos cuenta que si nos equivocamos, de los errores también se aprende. De todo lo que hayamos hechos en nuestra vida aunque no sirva para lo que lo hemos pensado, con seguridad nos servirá para otra cosa… en la vida se gana o se aprende pero nunca se pierde.
El desmenuzar mucho las cosas (exceso de análisis) nos somete a una indecisión que nos inmoviliza…, ¡nos paraliza!, y el tiempo pasa, no perdona ni retrocede. A veces, hay que pensar menos y actuar más rápido; dícese por ahí que las oportunidades no se repiten (conocer a la mujer de tu vida, aceptar el trabajo que te ofrecen o imprimir tu primer libro).
Cuando una oportunidad se presenta, se la toma. La oportunidad es ese tiempo propicio y conveniente para obtener un provecho o cumplir un objetivo, si la analizamos mucho no afrontaremos desafíos, el temor al fracaso nos aturdirá y empezaremos a pensar en solucionar problemas que aún no los tenemos y probablemente nunca se los tenga. Nos paralizamos justamente por eso, queremos que todo salga perfecto pero no todo lo podemos controlar.
El no poder controlar todo nos demuestra nuestra fragilidad —no somos aunque nos sintamos autosuficientes—, debemos permitirnos cometer errores, caernos y levantarnos, aprender a confiar en los demás, escuchar la opinión de otros, recordar las experiencias y encomendarse a Dios.
Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
