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ace algunos años conocí a una persona alemana, alta, guapa y varón; esposo de una amiga mía. Después de compartir un par de días con ellos me enteré que ese físico inquebrantable que aparentaba tener se desquebrajaba cuando veía un globo; leyeron bien…un simple “globo”. Muchos se sorprendieron, otros se rieron y algunos sencillamente no lo creyeron.

Yo no me sorprendí, menos me reí y por supuesto le creí; y es que solamente alguien que sabe lo que es la ansiedad producida por una fobia comprende a otra. Son decenas de personas que tratan de explicarme que las aves no me harán nada si paso al lado de ellas y la verdad es que a todas les creo, pero lo cierto es que hay algo superior a mí que me inquieta, me aprieta el estómago, me asusta, se apodera de mi evitando que tenga reacciones controladas.

La fobia es un miedo irracional a algo que la mayoría de las personas no teme; ese miedo genera ansiedad que no es lo mismo que angustia. La angustia nos conecta con el futuro, con situaciones que aún no han llegado y no sabemos si llegarán; la depresión con situaciones que hemos vivimos en el pasado, pero la ansiedad se da en el presente y la combatimos de distintas maneras: yo, me cruzo la vereda, bajo las cortinas o cierro los ojos con tal de no verlas; pasa el momento, pasa la ansiedad y lucho para que no se convierta en angustia.

Dicen por ahí que la ansiedad siempre tiene que ver con una carencia, con algo que se cubre, con falta de afecto, con una sensación de soledad, con baja autoestima o con una parte de nuestra historia (que es mi caso y es importante identificarlo); sea cual sea la razón, ahí está presente tratando de poner un parche sobre una herida que no está curada. Algunos comen en demasía, otros beben, muchos fuman, varios trotan en exceso, compran lo que no necesitan o tienen sexo con quien les place.

Tenemos enemigos internos que nos atacan como el mal humor, la impaciencia, la flojera o la soberbia; la misma ansiedad adopta distintas personalidades y pasa de parche a protagonista. Y cuando se cree que haciendo cualquiera de esas cosas incluyendo las apuestas, la ansiedad disminuirá, nos sorprendemos porque en realidad, se necesita más de lo que estamos haciendo para combatirla y más y más y más, convirtiéndose en un circuito sin fin…empiezas con un dulce y no paras hasta meter el último de la bolsa a la boca.

Lo complicado de este asunto es que la ansiedad se disfraza y cuando creemos que la tenemos controlada se manifiesta y se justifica de otra manera, cambia de tema. Es algo así como que la mente va más rápido que la vida misma.

Nietzsche, Freud y Marx fueron llamados autores de la “Filosofía de la Sospecha”, sea dicho de paso no comulgo con ninguno de ellos; pero hay algo que rescato y es que los tres criticaron la racionalidad, decían que había elementos no racionales que influían en lo que las personas hacían, decían y pensaban.

La ansiedad divide nuestra mente y no comprendemos lo que sentimos; todos tenemos ruidos en nuestras vidas que no nos dejan vivir tranquilos, hay cosas que no entendemos… sufrimos por lo que nos puede pasar y nos angustiamos; sufrimos por lo que nos está pasando y nos volvemos ansiosos; sufrimos por lo que nos pasó y nos deprimimos.

“Sospecho” que debemos recurrir a un lugar más seguro y echar toda nuestra ansiedad sobre Dios que prometió tener cuidado de nosotros (1 P. 5:7); son cosas que la razón no comprende y al final de cuentas entre comprender y vivir en paz, me quedo con la paz.

Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.