
a Feria de la Alasita, declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2017, es una hermosa tradición que está profundamente arraigada en el corazón de los paceños y también de los bolivianos en general. Una celebración que combina espiritualidad, fe y mucha creatividad, este 2025 coincide con el año del Bicentenario de Bolivia. Pero, en un contexto en el que el país vive una crisis económica y escasez de dólares, la ironía se intensifica, pues el único lugar donde muchos bolivianos pueden ver dólares o recordarlos, es en forma de billetes en miniatura ofrecidos por los habilosos artesanos de Alasita.
La Alasita, sí, Alasita, no Alasitas, su nombre verdadero carece de la “s” al final, que se realiza cada 24 de enero, es una manifestación cultural donde la gente adquiere pequeños objetos como casas, autos, títulos universitarios, y por supuesto, fajos de dólares, que simbolizan cada uno de sus sueños. En un país donde la escasez de divisas extranjeras ha sido un problema recurrente en los últimos años y muy evidente en los últimos meses, el simbolismo de estos billetes de juguete adquiere un tono casi sarcástico. Mientras el ciudadano común enfrenta dificultades para acceder a dólares tangibles debido a “restricciones” en el sistema financiero, en la Alasita el Ekeko, dios de la abundancia, promete mucha prosperidad a quienes creen y manifiestan sus deseos con fe.
La escasez de dólares en Bolivia lastimosamente no es sólo un problema económico, sino también un símbolo claro de cómo las estructuras globales afectan a los países más vulnerables como Bolivia, cuya economía depende, bueno, dependía en gran medida de las exportaciones de gas y minerales, pero actualmente ha visto disminuir sus reservas internacionales a un ritmo preocupante. En este contexto, Alasita se convierte en el único espacio donde podemos ver dólares en gran abundancia, también billetes dorados, maletas de dinero, incluso nos habíamos olvidado qué tan verdes se veían, además sirven para reflexionar sobre la realidad económica del país y la manera en que los bolivianos encuentran consuelo y esperanza en sus tradiciones. Y cómo no reflexionar cuando los precios de la canasta familiar han subido tanto, donde la docena de masitas que costaba 20 Bs ahora cuesta 30 Bs, o el plato paceño que se encontraba en 15 Bs ahora cuesta 25 Bs o 35 Bs.
Por otro lado, la Alasita es también una manifestación de fe colectiva, no solamente un evento comercial. La compra de miniaturas y su bendición por amautas y sacerdotes católicos representa gran un acto de manifestación espiritual, donde cada uno adquiere sus sueños más profundos en miniatura, lanzando una indirecta muy directa al Universo para que se haga realidad. Ante tanta incertidumbre, la posibilidad de manifestar deseos colectivamente no suena como una idea tan descabellada, podría ser vista como una forma de esperanza: ¿Qué pasaría si como sociedad manifestamos colectivamente un deseo de estabilidad económica? ¿De dólares en abundancia? ¿Y si nos ponemos de acuerdo? Nos recuerda que el poder de la fe y la intención puede trascender todas las barreras materiales. Posiblemente, si todos colocaran un billete en miniatura bajo el cuidado del Ekeko con la suficiente convicción, podría generarse un cambio real, uno de raíz.
El Ekeko, figura central de Alasita, simboliza la abundancia y la prosperidad. Históricamente, se le ha vinculado con la capacidad de atraer lo que se desea, siempre que se le trate con respeto y devoción. En este sentido, el Ekeko no solo representa una tradición cultural, sino también una filosofía de vida basada en el optimismo y la acción, es decir la manifestación. En un mundo donde el pesimismo económico prevalece, el Ekeko invita a los bolivianos a recordar que la esperanza puede ofrecer soluciones incluso en los momentos más difíciles.
La declaración de esta fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad destaca su importancia como tradición cultural. Con más de 4,500 expositores en 66 sectores en este 2025, la feria demuestra la capacidad de los artesanos bolivianos para preservar y reinventar sus tradiciones. Cada miniatura es una maravillosa obra de arte que refleja la gran riqueza cultural del país y la creatividad de su gente.
La Alasita del Bicentenario nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras tradiciones ancestrales pueden ofrecer una perspectiva única frente a los desafíos contemporáneos y bueno, también a comer muy rico y disfrutar con la familia y los amigos como cada año. Mientras la escasez de dólares sigue siendo un gran problema, la feria nos recuerda que los sueños, por más pequeños que sean, tienen el poder de realizarse.
Talvez y sólo talvez, el secreto esté en combinar esa fe con la acción colectiva. Y si alguna vez los bolivianos lograrían manifestar juntos sus sueños de prosperidad, talvez entonces, como en la feria, los dólares no sólo serían de juguete…
Claudia Prado Aguirre es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.