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l 28 de agosto 1963, doscientas mil personas juntas (Washington, D.C.) todos con la misma idea en mente y aportando con su presencia en señal de estar en pro de los derechos civiles para los negros en EEUU; Martin Luther King, Jr. empieza lo que hasta ahora se conoce como uno de los mejores discursos de la historia, lo que todos sabemos que titula “I have a dream” (Tengo un sueño).

Llama la atención el poder de convocatoria, doscientas mil personas que acudieron en un tiempo donde no había uso del celular, donde se pasaba la voz boca a boca, donde se hacía uso del teléfono fijo y donde no existían las redes sociales. Doscientas mil personas reunidas por voluntad propia, por convicción y prestando una escucha activa al “sueño” de otra persona. Enfatizo que es al “sueño” de otra persona —¿no es impresionante esto?—, con esa ilusión reunió ¡doscientas mil personas! Y dijo: “Tengo un sueño”; no dijo “tengo un plan”; no dijo “tengo una propuesta”; no dijo “tengo un reclamo”; no dijo “tengo una lucha”; no dijo hacia quien declaraba una guerra, un resentimiento, un complejo o un dolor; sencillamente dijo: “Tengo un sueño”, que resumiendo y parafraseándolo empezó afirmando que “todos los hombres son creados iguales” (no hay judío, ni griego diría Pablo… yo contextualizo, chapaco, colla o camba); interesante porque denota creación y no evolución.

Soñaba con que se comparta una mesa sin diferenciar al amo del esclavo o mejor dicho al blanco del negro, en un ambiente de hermandad; hermandad de la cual disfrutamos los citadinos y los campesinos en nuestros país y al contrario de este discurso soñamos con que no nos separe ningún discurso que atente contra la libertad y la justicia; ellas dos no sólo son valores, son virtudes y ahí radica su mayor valor por el cual todos luchamos.

Martin Luther King soñaba con que sus hijos vivan en un país donde no sean juzgados por el color de su piel, sino por su personalidad; en otras palabras, soñaba con que sus hijos sean gente de bien, que sepan relacionarse, que sean íntegros, que velen por engrosar más su carácter que la cuenta bancaria; que se esfuercen por ser mejores personas antes de ser mejores profesionales; si cumplen con el primero por consecuencia lógica, llegarán al segundo, viceversa es más difícil.

Soñaba con que los niños y las niñas caminen con las manos unidas como hermanos; parecen cosas tan simples para un mundo tan complejo, pero si desde pequeños extendemos la mano para abrazar y sujetar, difícilmente de adulto lo haremos para golpear. Tal vez este tipo de cosas nos están fallando.

Finalmente, Martin soñaba con que “los valles sean cumbres, y las colinas y montañas, llanos, y los sitios más escarpados sean nivelados y los torcidos enderezados, y la gloria de Dios sea revelada, y se uniera todo el género humano”.

Lindo sueño para ser compartido y ojalá encarnado por nosotros. Hoy muchos comparten el cumplimiento de un sueño que se limita a un viaje en el caso de un ciudadano cualquiera o en comprarse el avión en el caso de algunos gobernantes.

Discursos alimentados por caprichos en lugar de sueños traen violencia, división, resentimiento y muerte. Muerte que se la puede burlar con discursos de unión, de fe, de esperanza, de integración y de paz, que sueños que hayan estado presentes en los discursos para el 14 de Septiembre (aniversario de Cochabamba y un abrazo para ella).

Que “la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente”, ha sido expresado por ese soñador que hizo soñar que es posible cambiar.

Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.