
s interesante notar como nuestra naturaleza humana trata de encontrar explicación a todo y eso es bueno porque estamos dotados de una capacidad extraordinaria para procesar información, desmenuzarla, cuestionarla y volverla a plantear. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, para los que nos negamos a creer que venimos del mono, esa es una excelente noticia pues tenemos voluntad e intelecto por diseño divino.
Sin embargo, ese intelecto usado sin “inteligencia” —parece contradictorio pero es real— no nos permite ver y entender que todo lo que sucede en nuestras vidas responde a un “por qué” y sobre todo a un “para qué”.
Tenemos rutas trazadas por nosotros y planes programados con anticipación, vivimos corriendo... hablamos de estudios que queremos realizar, matrimonios de nuestros hijos que vamos a organizar, viajes de trabajo que debemos formalizar o cualquier otro ejemplo que podamos incorporar, en todos ellos existe una expectativa de cumplimiento y es válido.
Sólo que, no siempre las cosas salen como esperamos y entonces, sucede algo que nos incomoda y nos saca de la zona de seguridad y confort. Oh, oh!... cambio de planes, no entendemos lo que pasa, la razón no es suficiente y la lógica entorpece. Estamos empezando a perder el control y ya no estamos al volante de la situación; nos empezamos a incomodar… ¡ufa! nos sacaron del departamento, perdimos el trabajo, la operación se complicó, la novia nos dejó o el banco no desembolsó. En cualquier situación de desbarajuste nos desequilibramos y buscamos una explicación que no siempre llega; y eso es bueno porque nos despoja del ego, del todo lo puedo, del todo lo hago, del todo lo controlo.
Las piezas del rompecabezas se van juntando cuando la cabeza se va enfriando y dejamos que el tiempo sea el protagonista de regalarnos una comprensión que nos tranquilice; en la angustia, encontramos un mejor departamento, en la calle nos encontramos con el amigo que nos ofrece el trabajo añorado, sin esa complicación en el quirófano muchos no nos hubieran llamado y si el desembolso se hubiera efectuado no pudiera haberlo pagado.
Es impresionante como las situaciones que aparentemente no eran justas, o sencillamente incomprendidas van tomando sentido y poco a poco se va hallando significado en ellas, aterrizamos y nos damos cuenta que existen pequeños milagros en cada momento de nuestra vida.
Si, pequeños milagros… Alguien —aunque muchos no lo reconozcan— tiene el control de todo. Es Dios que cuida, protege, prevé, ayuda, sana, exhorta, disciplina y sobre todo, ama de una manera incomprensible para nuestra pequeña mente. Mente que se conforma inicialmente con los efectos, los resultados, lo visible a los ojos humanos; luego recién indaga las posibles causas y ahí está lo invisible, ahí está un plan perfecto. Todo lo aparentemente incomprendido, inusual, increíble va tomando forma y se empieza a entender que todo lo que sucedió fue para bien como Pablo ya no los anticipó cuando les escribió una carta a los romanos: “Y sabemos a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…”. Puede ser también que muchos no amen a Dios, pero el amor de Él es tan grande que aun así vela por los planes de ellos.
Existen muchas situaciones en la vida superficiales que no nos sacuden para una reflexión, te encontraste con un vecino en otro país es una simple coincidencia, pero si no te hablabas con ese vecino hace muchos años y por ese encuentro lo volviste a hacer es una DIOScidencia.
Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.