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nicia la campaña “Iluminemos la Navidad 2025”. Demos luces a los gobernantes de turno. Va la primera: ¿qué tal si la onerosa Villa Sudamericana se convierte en viviendas sociales para los más necesitados? ¿Qué tal si el indignante museo de Orinoca se transforma en un espacio comunitario para los vecinos que no tienen un lugar digno donde vivir?

No sólo resulta insultante que el faraón Evolio I haya construido un museo a su ego, guardando todos “los regalos que le hace la gente”, incluidas las pantuflas que sacó de un hotel (Rodrigo dixit), sino también la gente que lo apoyó y que, hasta hoy, siguen defendiendo el proceso de cambio y quieren volver como candidatos “sin colores políticos”.

Aquí, otra idea para los gobiernos departamentales y municipales: ¿en lugar de gastar los recursos de todos los contribuyentes en iluminar plazas y parques con diez millones de foquitos, estridentes y faltos de buen gusto, por qué no usar ese dinero en brindar cobijo y abrigo a los indigentes y personas de la tercera edad? “Es que el POA, es que lindito es siempre, es que lucecitas diciendo”. Si un gobierno no le da calidad de vida a la gente, es solamente un administrador de filtros de Instagram para la ciudad o un país.

Es atroz ver cómo se mueve la sociedad civil para juntar platita. Conciertos, kermeses, rifas solidarias, donaciones de ropa en buen estado, y otras actividades para socorrer a huérfanos, ancianos desamparados, perritos callejeros y gatitos de tres patitas. Indigna ver en las calles a abuelitos con una canasta llena de dulces, achicharrándose bajo el sol inclemente, o mojándose bajo las lluvias de temporada, tratando de venderlos, viendo a las inútiles lucecitas navideñas.

Así que en lugar de que iluminen tontamente las calles, ¿por qué no las usamos para iluminar el sendero de la justicia, tan venida a menos en estos 20 años de desgobierno y de desinstitucionalización estatal?

En esa larga fila que espera justicia están los esposos Andrade, José María Bakovic, el testigo protegido Sandy R. quien fue “desaparecido” por el caso coimas de la ABC, Carlos Colodro, y las más de 319 víctimas fatales de un gobierno que iba a ser “sin muertos”.

Quizá esta Navidad, en vez de competir por quién tiene la plaza más repleta de foquitos chillones, nuestras autoridades descubran la iluminación verdadera: esa que se logra cuando uno deja de posar para la foto y empieza a trabajar por la gente. Sería lindo ver a los alcaldes y gobernadores apagando un ratito el show navideño para encender, aunque sea, una neurona responsable. Y si de milagros se trata, tal vez hasta puedan reconocer que un país no se gobierna con adornitos, sino con prioridades claras y dignidad para los más vulnerables.

Ojalá que el presidente Rodrigo, después de reírse con justa razón de las pantuflas del Compañero, exhibidas como reliquia, haga algo más que un comentario ingenioso. La lista de elefantes azules es larga: sede Unasur San Benito, piscina Olímpica Villa Tunari, los famosos aeropuertos de Uyuni o Copacabana, sólo por dar pocos ejemplos. Será interesante ver cómo aplica la frase de “no más Estado tranca” precisamente en obras que no lograron salir del círculo vicioso del Estado tranca.

Ya es diciembre y los foquitos prendidos diciendo. Ojalá esta vez, la iluminación navideña no se quede en las calles, y también prenda los foquitos de los gobernantes. Que alumbre conciencias, que despierte vergüenza, y que obligue a mirar a los niños, a los abuelitos, a los animalitos heridos y a todas las víctimas del desgobierno que siguen esperando justicia. Que estas lucecitas, aunque sean chiquitas, apunten hacia un país más digno. Porque incluso en Bolivia, la esperanza a veces se enciende cuando uno menos lo espera.

Mónica Briançon Messinger es periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.