
quien corresponda, este es mi pliego petitorio navideño: Para esta Navidad 2025 deseo unas tijeras enormes, para cortar las uñas largas de los corruptos, para los que piden subsidio a los hidrocarburos, y para los que arañan a las arcas del Estado, buscando su provecho a título de “pensemos en la gente que vive al día”.
Pido por favor, un serrucho para cortar las relaciones tóxicas:
Ahí está la tóxica Central Obrera Boliviana que, como dice la periodista Darynka Sánchez, ha tenido una alianza histórica con el MAS (desde el 2009) para ganar poder político y prebendas como vehículos y bienes inmuebles, de parte de los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce y ha apoyado a binomios del MAS, exigiendo cupos en listas electorales a cambio de su respaldo.
Tijeras para los mineros cooperativistas. Les regalamos miles de millones de dólares en el subsidio a los hidrocarburos, que usaron para hacer funcionar dragadoras en los ríos, saqueando el oro y envenenando los cursos de agua con mercurio. Ni hablar del daño ambiental, que, en muchos casos, ya está ocasionado inundaciones y deslaves.
También pido un poco de sentido común, en 52 dosis semanales, para los choferes que afirman que la eliminación de la subvención los “está matando de hambre”. No pagan impuestos, no pagan derecho de uso de vías, la ABC les devuelve los peajes, el Tránsito les hace inspección técnica masiva por WhatsApp, el MAS les construyó sedes y sus vehículos son parte de la cadena de contrabando de chutos. Y de paso, Evolio I les dio conversión gratuita a gas.
Pobrecitos, lloremos todos por sus demandas porque son el “mejor sistema de transporte” de la región, limpio, eficiente, ecoenergético y que, con una app, puedes saber en qué momento llega tu micro.
Por favor, también pido un kimsacharaña, para todos los que enarbolan la bandera del “proceso de cambio”, esos que se creyeron “la reserva moral del mundo” y ahora son los más ricos del país, el fugado, el papá encarcelado, el matemático, la cara conocida, el hormonas amazónicas y tantos más que jamás pensaron en “el pueblo”, pero lo usaron para sus indignos fines. Aquí, por favor, adjunte, querido lector, a todos los que votaron, trabajaron, apoyaron y cerraron filas por el masismo, y que siguen defendiendo lo indefendible.
Bolivia está queriendo salir del pozo al que nos metió la angurria de poder, pero los sindicalistas, transportistas, masistas, y evistas, no lo permiten. Quieren que sigamos hundidos en la crisis. “Porque la culpa es de los ricos” apelan en el falso debate, sin saber que sus propios jefes, sí se hicieron ricos gracias al Estado.
Asimismo, quiero pedir una pastilla mejoradora de memoria, para recordar a cada padre “olvidadizo” de pagar sus pensiones familiares mensual y puntualmente; y que no sólo saque a su “bendi” a pasear el 24 por cualquier plazuela del país, con un regalo 2x1 del supermercado y luego suba una foto a las redes para mostrar cuán feliz es con “la luz de sus ojitos”.
Y por último, pido en mi pliego, una ramo de rosas, para que ni una mujer sea víctima del maltrato ni de la violencia de cualquier clase. Que reciba las flores en vida, y no en su velorio, esperando que un juez dictamine que se trató de un “crimen pasional”.
Ojalá que nunca gane el miedo ante cualquier tipo de humillación y se lleguen a crear redes de soporte para las víctimas.
Que esta Nochebuena no nos encuentre esperando milagros importados ni barbas postizas, sino haciendo inventario moral. Tal vez no lleguen las tijeras gigantes, ni las pastillas de memoria se vendan en farmacias, pero algo empieza a moverse cuando el cinismo deja de ser gracioso y la indignación se vuelve palabra escrita.
La Navidad también puede ser eso: un espejo incómodo donde los hipócritas se vean sin filtros, sin discursos reciclados y sin el “pueblo” como escudo humano. A falta de villancicos sinceros, que al menos suenen las verdades.
Porque pese a ellos, pese al ruido y al saqueo, Bolivia sigue respirando. Hay mujeres que rompen el silencio, ciudadanos que no negocian su dignidad, y memorias que se niegan a ser borradas. Quizás la esperanza no llegue envuelta en papel dorado, pero insiste, terca, como lucecita colgada con cinta vieja en un árbol vivo y verde (de los pocos que quedan en la Amazonía).
Que esta Navidad vuelva la fe y la certeza en la gente común y decente, que todavía hay en el país.
Mónica Briançon Messinger es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
