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na de las primeras premisas políticas del MAS, cuando ascendió al poder, fue debilitar a los partidos políticos de oposición a extremos tan absolutos que, al final, nadie quedará en pie. Hay que reconocer que, de alguna manera, casi lo lograron, y digo "casi" porque, si bien la mayoría de los partidos políticos quedaron como simples siglas y otros se redujeron a partidos regionales, en algunos casos limitados a departamentos específicos, paralelamente surgieron una serie de agrupaciones ciudadanas departamentales con liderazgos regionales fuertes que, en ciertos casos, lograron trascender a nivel nacional. No obstante, estas agrupaciones carecían de la fuerza y la estructura nacional que requiere un partido político. Aun así, desde esa posición regional reducida, supieron enfrentar al MAS y, sucesivamente, lograron derrotarlo, especialmente en las gobernaciones y alcaldías más importantes del país.

Las aviesas intenciones del MAS de destruir a los partidos políticos opositores lo llevaron a imponer una serie de normas electorales para la organización de partidos, tan restrictivas y alineadas a sus intereses, que no calcularon las consecuencias. Como se dice vulgarmente, "se pasaron de frenada", y aprobaron una ley tan absurda e ideologizada como la Ley 1096, que, paradójicamente, ha hecho del propio MAS una de sus primeras víctimas, al punto de que podría perder su personería jurídica. Esto ocurre a pesar de las más de seis ampliaciones de plazos que el Tribunal Electoral ha otorgado a los partidos para que se adecuen a las normas de la Ley 1096.

Estamos, entonces, ante la paradoja del "cazador cazado", pero con una agravante en el caso del MAS: ahora, dividido o no, está tan o más debilitado que los otros partidos políticos. Su debilidad no solo es fruto de sus rencillas internas o supuestas divisiones, sino también de una crisis multi-estructural que afecta a la economía, la justicia, la institucionalidad, la moralidad, entre otros aspectos. Restablecerse será muy difícil.

La fragilidad del MAS es tan evidente que, por donde se mire, solo se ven "hilachas". La economía ha tocado fondo; la escasez de dólares, ya cercana a los dos años, es imposible de negar o atribuir a otros actores o factores, como se hacía al principio. Hoy queda claro que el único responsable es el gobierno. La falta de combustibles se disimula temporalmente, atribuyéndola a paros y bloqueos, pero una vez superados, la escasez resurge con mayor fuerza. En cuanto a la justicia, la situación es alarmante: los órganos judiciales han dejado de ser actores jurídicos para convertirse en actores políticos que dictan sentencias cada vez más descabelladas y contradictorias entre sí. La institucionalidad militar, luego del "golpe", "autogolpe", "paseo en tanques" o lo que haya sido, hoy presenta su versión 2.0 en el reciente episodio del "atentado", "autoatentado", "fuga", "balacera", "montaje" o "desmontaje". Los hechos, las imágenes mostradas y las declaraciones emitidas se contradicen mutuamente, careciendo de concordancia, coherencia, lógica o sustento.

El bloqueo de caminos protagonizado por el evismo tiene repercusión nacional, no porque esté extendido a todo el territorio, sino porque se concentra en una ruta troncal del país y no ha sido intervenido, no por falta de capacidad, sino por falta de voluntad. Como ya es habitual en la actuación del gobierno, se deja que el bloqueo continúe hasta que se desgaste por sí solo, tal como ocurrió con la huelga de los 36 días en Santa Cruz por el Censo. Sin embargo, a diferencia de esa movilización, este bloqueo tiene una motivación inmoral y espuria, que es impedir el juzgamiento de Evo Morales por delitos de estupro agravado y trata y tráfico de personas, lo cual lo convierte en un bloqueo indignante y ofensivo.

Frente a este sombrío panorama, es lógico que el MAS, tanto en su versión evista como en su versión arcista, esté terriblemente debilitado y desorientado. De ahí que muchos analistas afirmen que, incluso si ambos bandos se unieran y presentaran un candidato nuevo, distinto de Arce y Morales, difícilmente podrían fortalecerse. Incomprensiblemente, ambas facciones, en esa real o aparente división, se han dedicado no solo a debilitarse, sino a lo que podría describirse como un mutuo linchamiento, a tal punto que ni siquiera un milagro podría sacarlos del estado comatoso o muerte cerebral en el que se encuentran.

Gustavo Blacutt Alcalá es abogado.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.