
nsisto, como efecto de largos años de gobierno, el neopopulismo autoritario ha generado pautas culturales con las que ha pretendido guiar la identidad colectiva y la interacción social de los bolivianos. Su pervivencia, en gran medida, dependerá de lo que los actores políticos actuales construyan en contrapartida, de momento no parecen tener demasiadas luces para proponer proyectos alternativos de largo aliento ni efectuar construcciones culturales constitutivas de la apertura de un nuevo periodo.
El régimen anterior rindió culto a la personalidad, que es repudiado por el marxismo y al que mentirosamente dijeron adscribirse, lo elevaron a su máxima potencia en cuanto se hicieron cargo del poder endiosando a Morales Ayma y, de colada, a otros más, su voluntad omnímoda erradicó cualquier forma de pensamiento colectivo independiente e hizo que el poder político sometiera brutalmente a sus opositores y a sus propios representados imponiéndoles tareas indignas que fueron aceptadas con devoción.
La estructura gubernamental sirvió para ejecutar medidas propias del terrorismo de estado y destrozar la débil institucionalidad, la división e independencia de los órganos de poder dejó de existir con el dominio del ejecutivo, la presencia formal de los otros únicamente sirvió para ejecutar el trabajo sucio y ser el sostén de la impunidad.
El dispendio de los recursos estatales financió presteríos rimbombantes de los movimientos sociales con los que socialmente se visibilizaban y eran el ejemplo a ser emulado por sus hermanos que, en la misma línea, exigían el “derecho” de enriquecerse en el ejercicio de la función pública.
Como la palabra del jefe era indiscutida, cualquiera que se atrevía a oponerse y contrariarlo era motivo del más cruel escarnio, por ello, no dudaron en instalar la diada amigo-enemigo en la que no hay contendientes.
El complemento ideal fue la promesa demagógica con la otorgación de bonos destructores del espíritu emprendedor y productivo que debe tener cualquier pueblo en el mundo.
Su lenguaje procaz y mentiroso tergiverso los hechos que no eran vistos como eran, sino de acuerdo a cómo los interpretaba el poder en beneficio propio, utilizando a determinados comunicadores que engordaron sus billeteras a costa de sacrificar la dignidad de su profesión.
La escasa institucionalidad fue ferozmente atacada y derruida, los códigos y las reglas de juego cambiaron de manera radical y la ignomia se apropio del manejo del estado. El desprecio por el cumplimiento de la norma que la puso por debajo de la voluntad del gobernante, consolidó el autoritarismo y afectó la existencia de la democracia.
La crisis sobreviniente, podría afirmarse, fue planificada, porque resultó ser el mejor justificativo para implementar medidas de fuerza y endilgar la culpa a sus eventuales opositores pero también para conspirar en el presente contra las nuevas autoridades que deben tomar medidas socialmente costosas.
De tal manera que en las dificultades del momento, la tarea más complicada es superar esa forma de ser, tanto en importantes sectores de la sociedad que han sido penetrados con pautas culturales dañinas, como en personajes del gobierno que no han podido remontarlas.
El ejemplo más significativo, es la forma de ser del vicepresidente Lara, que al parecer no es militante inscrito al MAS, empero, todo lo que hace lo aproxima al pasado, tiene los mismos patrones, valores y normas de comportamiento. La militancia política no se la obtiene con solo registrarse en un libro y tener un carnet, no, la militancia es una forma de ser.
En consecuencia, dejar la conducción del órgano legislativo en manos de personas con pautas culturales perniciosas que reproducen bochornos y deslealtades, bloquean las saludables prácticas democráticas e interrumpen el rearmado de la institucionalidad estatal con torpes maniobras, nos aproxima a una némesis de la que hay que tener mucho cuidado.
Los protagonistas deben dar muestras de que los dichos y entredichos no son una pugna por restablecer la dictadura a partir de impertinentes presentaciones y declaraciones que desmerecen la dignidad de sus cargos o que la pretensión de copar algunos espacios no es para satisfacer egos personales o intereses empresariales al margen de un proyecto democrático de mayor alcance.
Parecería que no se dan cuenta de que ir a lo menudo descuida lo importante que es el manejo de la estructura gubernamental, olvidan que el MAS no ha sido expulsado del gobierno porque desde los mandos burocráticos medios hacia abajo, militantes corruptos y descalificados de la anterior gestión, siguen en funciones y se mantienen agazapados a la espera de instrucciones conspirativas en contra del nuevo gobierno, que se esta dejando engatusar por lealtades recientes.
La presencia efectiva de los ganadores de las elecciones en el aparato del Estado es una necesidad, a condición que lo hagan con los mejores hombres y mujeres, porque hasta ahora las luchas cupulares mezquinas no están destinadas a la búsqueda de soluciones sino a la generación de mayores conflictos.
Reproducir las mañas del pasado es una provocación que podría inducir a reacciones enérgicas desde el seno de la sociedad civil; cuidado, mucho cuidado, el pueblo, pese a todo, ha aprendido a diferenciar el polvo de la paja.
Germán Gutiérrez Gantier es abogado y político.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
