
ócrates dijo que la calidad de vida de una persona siempre estará en proporción directa con la calidad de las preguntas que la persona está dispuesta a hacerse; luego dijo que “la vida sin examinarse no vale la pena vivirse”; pero, lo dijo un filósofo griego y viejo que en ese entonces enfatizaba mucho la moral.
Años después y apoyado ya en una ciencia más “creíble” (comillas irónicas intencionales) aparece Martin Heiddeger (1889-1976) filósofo alemán, considerado uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, usaba la formulación de preguntas como técnica para rescatar materia prima para el pensar, parafraseándolo decía algo así: existe respuestas para todo, lo que no sabemos es preguntar. Nótese el énfasis y la importancia que otorga a la pregunta sobre la respuesta.
John Maxwell, máximo exponente a nivel mundial sobre liderazgo, afirma que si un líder no pasa constantemente por un proceso de autoexaminación, no vale la pena que lo sigan. De esto, tal vez nos damos más cuenta los seguidores que los mismos líderes o mejor dicho los que se creen serlo, pues muchos de ellos insisten cuando ya ni seguidores tienen.
La autoexaminación tiene que ver con la autocrítica, la honestidad, la ética, la integridad, es hablar de un mirar hacia adentro para ver cuán bien estamos haciendo las cosas; y ese mirar hacia adentro incluye por supuesto respuestas a preguntas que se deben formular.
Los ganadores, los exitosos, los triunfadores, los verdaderos líderes viven formulándose preguntas que los lleven a obtener los resultados de los cuales disfrutan tiempo después ellos y sus generaciones; se formulan preguntas que los obliga a hacer una pausa y PENSAR (dícese que el 2% de la gente piensa, el 3% piensa que piensa y el 95% prefiere morir antes que pensar).
Y es que la formulación de preguntas claras, lógicas y abiertas nos lleva a una exploración extraordinaria para la construcción de nuestra personalidad, por supuesto, todo depende de la calidad de las respuestas que obtengamos. Hacer esto, nos regala la oportunidad de autodescubrir dónde estamos, de dónde venimos y a dónde queremos llegar; que en el fondo son las preguntas básicas y recurrentes de todo ser humano que necesita satisfacer vacíos existenciales.
La calidad de las preguntas es característica de los considerados “grandes” hombres o mujeres. Jesús —hablando en su fase humana— fue un “grande”, él no se quedó indiferente ante el poder de la pregunta y movió a la gente a un estado de pausa para pensar y obligarlos a que emitan una respuesta a la altura de su interrogante: “¿Crees?”; “¿por qué tienes tanto miedo?”, "¿por qué dudaste?"; “¿no entienden, ni comprenden?”; “el que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?”, “¿qué buscas?”, “¿quieres ser sano?”, “¿quién dice que soy yo?”… éstas y otras preguntas lograban hacer que consideren el estado espiritual de quienes lo interpelaban.
¿En qué estado estamos nosotros?, ¿cómo estás tú?, ¿cómo está tu familia?, ¿qué planes tienes para este año?, ¿cumpliste con lo que planificaste el año pasado?; ¿qué es realmente importante para ti?; ¿volviste a desistir, por qué?; ¿te interesa convertirte en mejor persona?; ¿qué es ser mejor persona para ti?; ¿has dejado espacio para la fe en tu vida?; ¿cuál es la razón de tu fe?
Hemos sido educados para dar respuestas y nos han calificado por ellas; pero jamás nos han evaluado por hacer preguntas… ¿qué piensas tú?
Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.