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arlos Gardel nos cantó algo interesante: Cambalache. Como quien diría “sin querer queriendo”, entre acorde y acorde nos ha descrito algo que el intuía como la realidad de ese tiempo que coincidentemente también es el nuestro. Poéticamente hablando alguien dijo que el tango es “un pensamiento triste que se baila” y realmente es triste lo que está pasando…tarareemos juntos esta realidad.

El mundo fue y será una porquería

ya lo sé,

en el quinientos seis

y en el dos mil también…

Estamos en el dos mil veinticinco y la percepción de muchos no ha cambiado, apena enormemente, porque no era la intención de Dios al crearlo; todo lo que El hizo estuvo bien, no es su responsabilidad que estemos en lo que estamos.

Que siempre ha habido chorros

maquiavelos y estafaos

contentos y amargaos

varones y dublé…

Y los seguirán habiendo, pertenecemos a una generación “maligna y perversa” (Fil.4:15), pero… ojo, eso no quiere decir que nosotros debamos serlo.

Pero que el siglo veinte

es un despliegue

de maldad insolente

ya no hay quien lo niegue…

Despliegue de maldad que lo vemos en los noticieros de medio día cómodamente sentados mientras almorzamos (aterra la frialdad a la que nos vemos sometidos).

Vivimos revolcaos

en un merengue

y en un mismo lodo

todos manoseados…

Carlitos lo llamó “merengue” que podríamos entenderlo como un sincretismo, donde ya no nos resulta difícil armonizar formas de pensar opuestas, pues los valores y principios es para los retrógradas, obsoletos y radicales. Bajo expresiones extranjeras como “open mind” (mente abierta), se acepta lo inaceptable.

Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor

Ignorante sabio o chorro

generoso o estafador…

Evidentemente, es lo mismo para muchos, mas no para unos cuantos que aún notamos la diferencia. Diferencia que marca la diferencia entre un tipo de sociedad y otra.

Todo es igual

nada es mejor

lo mismo un burro

que un gran profesor…

Profesor, dícese de quien respondía a una vocación antes que a una profesión. En la primera califican unos cuantos, para la segunda cualquiera.

Y la letra continúa hasta llegar al coro que todos conocemos:

¡Que falta de respeto…!

!Que atropello a la razón…!

!Cualquiera es un señor…!

!Cualquiera es un ladrón…!

Y es que atropellados nos sentimos al compartir el dolor de setenta un familias que entierran hijos, esposos y amigos sencillamente por que un avión partió como no debía hacerlo. Cuando vemos las lágrimas de impotencia de una estudiante que merecía el estandarte y no lo lleva; o cuando la justicia no es justicia y vemos caballeros encerrados y a delincuentes entrevistados; y también nos sentimos atropellados cuando el esfuerzo y el tesón de hacer bien las cosas (en la casa, en la oficina, en el trufi o dentro de un directorio), se encuentran con insultos e improperios de quienes sencillamente no lo saben hacer así.

En fín… Cambalache en el que nos metimos y sabrá Dios cuando salimos.

Jean Carla Saba es conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.