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E

n el panorama emprendedor latinoamericano, Bolivia emerge como un territorio de potencial latente, un ecosistema frágil pero prometedor que lucha por consolidarse en medio de desafíos estructurales. Con apenas 155 startups activas, concentradas mayoritariamente en Santa Cruz (54%), el país revela un panorama de innovación que contrasta dramáticamente con ecosistemas más maduros como el chileno.

Las cifras revelan una realidad compleja. Entre 2019 y 2021, el número de emprendimientos experimentó una fluctuación delicada: de 152 a 160 y luego a 155, reflejando la vulnerabilidad de un sistema que busca encontrar su ritmo de crecimiento. Esta fragilidad no es casual, sino el resultado de limitaciones profundas en infraestructura, financiamiento y políticas de apoyo.

Dos actores principales están redibujando este paisaje: Aceleratec y Pista8. Estas organizaciones no son simples incubadoras, sino arquitectos de una nueva visión emprendedora. Aceleratec, enfocada en innovación ambiental, de salud y tecnológica, y Pista8, con un alcance multisectorial, representan los primeros cimientos de un ecosistema en construcción.

Las universidades bolivianas comienzan a jugar un rol fundamental en esta transformación. UCATEC y la Universidad Privada del Valle están desafiando los modelos educativos tradicionales, integrando el emprendimiento como un componente transversal de formación. La alianza entre Pista8 y Univalle, que permite a las startups acceder a más de 270 laboratorios tecnológicos, simboliza este nuevo espíritu de colaboración, mientras que la UPB junto a Solydes con esfuerzos combinados están ofreciendo financiamiento de hasta $us 70.000 acompañado de formación y mentorías especializadas a startups con alto potencial de escalabilidad.

Sin embargo, la comparación con Chile es reveladora. Mientras el ecosistema boliviano lucha por consolidarse, Chile presenta un modelo de innovación robusto, con programas gubernamentales como CORFO y Startup Chile, un marco regulatorio favorable y una diversificación sectorial que abarca desde tecnología hasta innovación de impacto social. Startups chilenas como NotCo y Cornershop han trascendido fronteras, algo que aún parece distante para el ecosistema boliviano.

Los desafíos son múltiples. El acceso al capital semilla sigue siendo un cuello de botella crítico. La distribución geográfica de los emprendimientos es profundamente desigual, con Santa Cruz concentrando más de la mitad de las iniciativas, mientras ciudades como Sucre, Tarija y El Alto apenas representan el 2.7% cada una.

No obstante, el potencial es innegable. Bolivia requiere una estrategia integral: políticas públicas específicas, simplificación de trámites administrativos, creación de fondos de inversión y, crucialmente, una cultura que celebre y apoye la innovación desde la educación básica hasta la universitaria.

El camino será largo. Transformar 155 startups en un ecosistema dinámico y competitivo demandará coordinación entre gobierno, universidades, empresas e inversionistas. Pero cada paso cuenta. Cada iniciativa es una semilla que puede germinar en un futuro de transformación económica y social.

Bolivia no busca replicar el modelo chileno, sino construir uno propio, adaptado a su realidad, aprovechando su diversidad cultural y su potencial de innovación. El ecosistema emprendedor boliviano no es una réplica, es una promesa en construcción.

Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.