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l Fondo Startup de Bolivia y el Fondo Emprendedor del BDP representan dos enfoques distintos en la estrategia gubernamental para el impulso del ecosistema emprendedor. Mientras que el primero se enfoca en capital de riesgo con una orientación hacia la exportación y sustitución de importaciones, el segundo opera bajo un modelo crediticio tradicional, con tasas preferenciales y un público objetivo claramente definido. Sin embargo, el análisis de estos fondos dentro del contexto global del venture capital y las exigencias del mercado emprendedor sugiere que su implementación enfrenta varios desafíos que podrían limitar su impacto real en el desarrollo del ecosistema.

El tamaño de ambos fondos es significativo dentro del contexto boliviano. El Fondo Startup cuenta con aproximadamente 18,1 millones de dólares provenientes del 6% de las utilidades del sistema financiero boliviano de 2024, destinados específicamente a capital de riesgo para emprendimientos innovadores. Por otro lado, el Fondo Emprendedor del BDP (también conocido como Emprender Joven) tiene un capital de 150 millones de bolivianos (aproximadamente 21,4 millones de dólares), otorgado en forma de créditos con tasas preferenciales del 7,5%.

La diferencia más fundamental entre ambos fondos radica en la naturaleza misma del financiamiento que ofrecen. El Fondo Startup opera bajo un modelo de capital de riesgo, donde el Estado adquiere participación accionaria en los emprendimientos que financia. Esto significa que el inversor comparte tanto los riesgos como los beneficios del negocio, sin exigir garantías físicas.

En contraste, el Fondo Emprendedor del BDP funciona bajo una lógica crediticia tradicional, ofreciendo préstamos con tasas de interés preferenciales, pero que deben ser reembolsados independientemente del desempeño del negocio. Esta diferencia es crucial para los emprendedores, ya que define la estructura financiera inicial y las presiones económicas a corto plazo.

El Fondo Startup tiene un propósito alineado con la política económica nacional, priorizando emprendimientos con potencial exportador o de sustitución de importaciones. Esto busca fortalecer la balanza comercial del país y generar nuevas fuentes de divisas, pero al mismo tiempo restringe el acceso a financiamiento para startups en sectores estratégicos que no cumplen estos criterios. Desde un enfoque tradicional de venture capital, este tipo de requisitos puede dificultar el acceso a capital para startups tecnológicas que, aunque innovadoras, no necesariamente se alinean con objetivos macroeconómicos. Si no se prioriza el desarrollo de soluciones tecnológicas como criterio clave de inversión, el fondo podría terminar limitando su impacto en la creación de un ecosistema emprendedor robusto y competitivo a nivel internacional.

Desde la óptica del venture capital, un fondo de esta naturaleza debería desplegar su capital en un período de aproximadamente cuatro años para operar eficientemente. En este tiempo, los recursos deben asignarse a un número suficiente de startups diversificadas para mitigar riesgos y maximizar las oportunidades de éxito. Si el fondo no logra colocar el capital en este periodo, se enfrenta al riesgo de una baja rotación de inversiones, reduciendo su impacto y la posibilidad de generar retornos que permitan su continuidad o expansión.

El Fondo Emprendedor del BDP, por otro lado, busca fomentar el autoempleo juvenil en diversos sectores, sin un énfasis exclusivo en innovación o exportación. Está dirigido a jóvenes de entre 18 y 35 años, lo que lo convierte en una herramienta más accesible para quienes buscan iniciar negocios tradicionales o de menor escala. Sus requisitos incluyen la demostración de capacidad de pago y la presentación de garantías, lo que puede ser un obstáculo para emprendedores sin activos previos.

En términos de implementación, el éxito del Fondo Startup dependerá de la capacidad del gobierno para gestionar un modelo de capital de riesgo de manera efectiva. En ecosistemas más avanzados, los fondos de venture capital no solo inyectan capital, sino que también aportan redes de contacto, asesoramiento estratégico y acceso a mercados. Si el Fondo Startup no adopta estos elementos, es probable que su impacto sea limitado y que los emprendimientos financiados no logren una expansión sostenible. Además, su viabilidad a largo plazo requerirá mecanismos claros para la valorización y eventual salida de las inversiones.

En comparación con los mecanismos de inversión en otros mercados latinoamericanos, Bolivia aún carece de una estructura de soporte integral para startups. Países como Brasil, México y Chile han desarrollado ecosistemas más propicios mediante la combinación de capital semilla, fondos especializados y marcos regulatorios favorables. En Bolivia, la falta de capital de riesgo local y el acceso restringido a financiamiento extranjero limitan las posibilidades de crecimiento para startups con alto potencial.

Para que estos fondos tengan un impacto significativo, es fundamental que su gestión incluya actores con experiencia en venture capital y que el apoyo a los emprendimientos vaya más allá del financiamiento. La creación de un ecosistema de mentoría, incubación y aceleración sería crucial para garantizar que las startups financiadas puedan competir en mercados internacionales. De lo contrario, el riesgo de que el financiamiento no se traduzca en empresas sostenibles y escalables es alto.

El éxito de ambos fondos también dependerá de su capacidad para complementarse. Mientras el Fondo Emprendedor del BDP puede servir como una puerta de entrada para jóvenes con ideas prometedoras en etapas iniciales, el Fondo Startup podría actuar como el siguiente paso para emprendimientos con tracción comprobada y potencial de crecimiento internacional. Esta articulación permitiría un desarrollo más estructurado del ecosistema emprendedor, evitando que los emprendimientos queden atrapados en una fase temprana sin acceso a financiamiento adecuado para escalar.

En conclusión, el Fondo Startup y el Fondo Emprendedor del BDP representan avances en la política de financiamiento al emprendimiento en Bolivia, pero su éxito dependerá de su ejecución y articulación con el ecosistema existente. La apuesta por startups que exporten o sustituyan importaciones es ambiciosa, pero debe complementarse con estrategias que fomenten la innovación en un espectro más amplio de industrias.

A su vez, la implementación de estos fondos debe considerar la necesidad de expertise en gestión de inversiones y el desarrollo de un entorno más favorable para las startups, con acceso a redes de mentoría, aceleración y capital en etapas posteriores. Sin estos elementos, el impacto de ambas iniciativas podría verse limitado, y la oportunidad de transformar el ecosistema emprendedor boliviano podría diluirse en una estructura financiera sin el soporte adecuado para la innovación y el crecimiento empresarial.

Marcelo Camacho Herrera es experto en startups y emprendimiento.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.