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s posible que muchas personas, influidas por la tendencia a ver resultados inmediatos de las actividades que se realizan, crea que es posible cambiar la educación y lograr resultados efectivos en poco tiempo (¿cien días?).

La tendencia actual en la sociedad (no solo la boliviana) está marcada por la inmediatez de los resultados. Los jóvenes se fatigan y aburren con películas de mediana duración, salvo que contengan violencia exagerada, sea ambientada en espacios siderales o en ámbitos “extra humanos”. Ahora los jóvenes quieren ver una sucesión corta de imágenes con historias breves, no perciben la trama o el argumento de la historia, la sicología de los personajes, el juego de intereses, el ritmo de la historia, etc. y, con esa lógica, también creen que la escuela puede darles resultados inmediatos a sus necesidades de aprendizaje. Algo similar sucede con muchos padres de familia que esperan resultados, casi inmediatos en el aprendizaje de sus hijos y se desesperan si no saben leer o escribir rápido sin comprender los tiempos, procesos y ritmos de aprendizaje.

Ahora bien, es evidente que la lógica escolar no puede tener un ritmo artificial de hacer las cosas rápidamente, por formalidad, sin importar los resultados; la escuela y los maestros tienen que enfrentarse a esa tendencia de ritmo presuroso, no porque quieran prolongar, artificialmente, la presencia de los jóvenes en la escuela, hasta los diez y ocho años, sino porque la educación se concreta en función del desarrollo de la madurez biológica, emocional e intelectual de los estudiantes; paso a paso. La educación y el aprendizaje de contenidos curriculares en los estudiantes es un proceso lento, gradual, de aproximaciones, de relación manual-operativa y mental, de sinapsis neuronales (relación de neuronas) y fijación de conocimientos en el cerebro, de priorización de saberes que sirven de base para otros saberes, de contrastación de conocimientos previos con los nuevos, de asimilación de los mismos y su uso posterior en otras circunstancias, de desaprender lo que se tiene obsoleto o equivocado y corregir oportunamente, de contrastar con la realidad y validar, relativizar o descartar algunos saberes, etc. En fin, procesos lentos y sostenidos que varían según las particularidades de cada estudiante, que pueden durar meses y años, con avances y retrocesos hasta que van quedando consolidados los saberes y configuran, en el estudiante, una personalidad con conocimientos y competencias “satisfactorias”.

Así, el ritmo de la educación toma tiempo, es lento, con procesos y secuencias muchas veces difíciles de saltar y con estudiantes que tienen diferentes ritmos de aprendizaje, donde los diferentes métodos didáctico pedagógicos juegan un rol importante para un adecuado abordaje de los temas. Esta es una razón para impulsar el aprendizaje personalizado, pero que requiere una estructura curricular diferente.

Pero, no todo es de lenta fatalidad; indudablemente se pueden agilizar procesos educativos y de aprendizaje escolar por la vía de:

  • Reorganizar la estructura curricular estableciendo asignaturas fundamentales (de carácter obligatorio) y otras complementarias (optativas).

  • Racionalizar los contenidos curriculares (quitar la maleza de contenidos inútiles).

  • Modificar el carácter informativo, enciclopédico, que se transmite a los estudiantes por contenidos organizadores de procesos de construcción de conocimientos más dinámicos, investigativos y emocionantes.

  • Aplicar los avances de la neurociencia, la sicopedagogía, las inteligencias múltiples, la inteligencia artificial, los medios virtuales, etc. en los procesos de aprendizaje de los estudiantes.

  • Generar las condiciones materiales y de estímulo para la motivación de los estudiantes.

  • Implementar evaluaciones de aprendizaje de nuevo tipo para ajustar procesos.

A pesar de lo anterior, la educación toma sus tiempos y, por muchos esfuerzos que se hagan, no habrá resultados de calidad rápidos. Es importante desmitificar la idea que un cambio de gobierno vaya a traer consigo cambios inmediatos en la educación, que los resultados de una educación de calidad estarán a la vuelta de la esquina y que será cuestión de presionar al nuevo ministro para que los estudiantes tengan “automáticamente” las competencias y conocimientos que no pudieron lograr en todo el proceso de sus estudios, peor aún, en todo el proceso de estafa educativa que sufrieron con la gestión del MAS.

Los cambios en la educación no pueden ser hechos a la ligera, apresurados, por demagogia para mostrar ciertos resultados que salven el momento. La educación debe ser conducida con responsabilidad, trabajando en lo urgente, pero también en lo importante y tomando el tiempo que, adecuadamente, tiene que tomarse para los adecuados procesos de aprendizaje de los estudiantes. Es importante recordar que la educación trabaja con niños, niñas y jóvenes (no con objetos manipulables), que tienen su naturaleza, ritmos y características diferentes que expresan su personalidad que se construye lenta y firmemente en lapsos de tiempo adecuados y no de forma apresurada.

Es importante dejar establecido que no hay milagros en materia educativa, que la buena educación se realiza en largos periodos de tiempo y no existen medidas de impacto capaces de reducir, apresuradamente, tiempos y ritmos; que brindar un servicio de calidad tomará su tiempo y, al inicio, solo se tratará de generar las mejores condiciones que permitan un adecuado proceso de corrección de los desaciertos de casi veinte años de estafa educativa. Para comprender mejor, el proceso que sigue una buena educación, es como el crecimiento de un árbol que, en función de una buena semilla o plántula, además de las condiciones apropiadas, puede desarrollarse de forma vigorosa en un lapso de tiempo prudente, nunca de la noche a la mañana.

Edgar Cadima Garzón es matemático, educador y político.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.