
e pregunto si los aspirantes a ser Gobierno conocen su electorado. Vemos una cantidad enorme de candidatos y candidatas claramente diferenciados, entre los mismos de siempre y los nuevos desconocidos. Algunos de los nuevos son viejos conocidos, con nuevas aspiraciones.
Las propuestas, o la falta de las mismas, son síntoma de una lectura coyuntural muy al estilo siglo XX. En este escenario, donde desfila la más rancia casta política, los análisis en general giran en torno a la aplicación de las mismas viejas fórmulas de captación de votantes, con la idea de que se daría el mismo exitoso resultado recurriendo a evocar épocas dictatoriales, hiperinflaciones, guerras del agua, del gas, etc. Sin embargo, existe un factor muy importante que curiosamente, y para sorpresa jocosa de muchos, pasan por alto: el mismo electorado.
El electorado ha cambiado por completo. El electorado es joven. El electorado no quiere saber de izquierdas y derechas. El electorado es profesional que ejerce el comercio informal, atrapado entre sus deseos frustrados de poder aplicar sus estudios y hacer lo que le apasiona sin ser absorbidos por un monstruo burocrático o drenado por impuestos, y cuya puerta se abre solamente cuando existen compadrazgos de por medio. Siempre bajo la presión de la necesidad de llevar el pan a casa.
Pero el electorado también tiene acceso a información, a toda la historia de la humanidad, a las noticias de último momento en tiempo real. Se tiene acceso, incluso a las curiosidades ocultadas por la historia oficial donde grandes líderes caen, presas de su propia demagogia. Famosos filántropos que ocultan pedofilia. Testimonios varios (ciertos o no) de extorsiones y crueldades de quienes ocupaban un lugar blindado en la historia como héroes, captados in fraganti desde un simple celular.
El electorado, predominantemente joven, vio cómo sus padres trabajaron toda su vida, sacrificando sus deseos personales y placeres, su sueño y su paciencia, para dar a sus hijos e hijas un futuro profesional con mejores oportunidades de las que ellos tuvieron.
Este electorado no quiere repetir la historia de sus padres, no quieren desperdiciar sus vidas en un trabajo monótono y asfixiante para percibir una jubilación de hambre y sin proyecciones. Quieren trabajar la mitad del tiempo y ganar el doble, mejor si es desde una plataforma virtual; quieren viajar y disfrutar de la vida. No creen que lo ocurrido en la historia represente ni remotamente lo que se demanda actualmente o muestre una lectura predictiva de lo que se viene hacia el futuro. No creen en la derecha ni en la izquierda. Esas ortodoxias ya no guardan relación con la moral, la inclusión o el medio ambiente en el que viven y defienden. Ya no creen en las cumbres mundiales por el cambio climático. En resumen, no creen en los políticos porque no han hecho nada que les represente; solo robar y matar la poca institucionalidad que le quedaba al Estado.
El electorado ya no cree en las noticias. Videos de ataques entre políticos, acusaciones de corrupción, defensa de consignas político-partidarias o discusiones que no resuelven la grave crisis a la que están empujando a nuestra querida Bolivia. Todo esto pretende defender a sus patrocinadores, protagonizando vergonzosas escenas de peleas e insultos a los que se están prestando los legisladores, con la idea de recibir alguna recompensa por montajes obvios que ya no engañan a nadie en esta época, como ganarse el derecho a ser el siguiente candidato, dando paso nuevamente al compadrazgo sin representatividad. Un simple negocio a costa del futuro de la población de un país entero.
Encontrar nuevos representantes, con vocación de servicio, que no roben, que vayan a trabajar pensando en el futuro de la población y no de su bolsillo, parece tarea imposible. Pero el electorado debe tener en claro que elegir el menor mal no resuelve las cosas. La juventud debe recuperar la fe en la bondad humana y perder el miedo a buscar estos espacios. Los cambios deben ser de fondo, sino el electorado joven será cómplice.
Para el electorado joven, perder el miedo a no aceptar las reglas del juego de la política tradicional es la consigna que llevará a recuperar la credibilidad en que las cosas pueden cambiar, que el bloqueo con piedras y palos será reemplazado inevitablemente por la Inteligencia Artificial, al igual que muchas profesiones, la vida cotidiana y el mundo entero.
El electorado joven debe dejar de ser electorado. El electorado joven debe pasar a ser elegido.
Natalia Terrazas Tejerina es socióloga.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.