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az y democracia, el vínculo entre ambos valores parte del supuesto de que la democracia es indispensable para la paz; a su vez, la democracia se fortalece cuando una sociedad trabaja por la paz, es decir, por la superación de la violencia en sus distintas expresiones y por la búsqueda de la mayor justicia como base de la vida común entre los miembros de una sociedad.   

Este tipo de relación está sustentada en una forma concreta de entender y de ejercitar la paz y la democracia, en el sentido que pueden tener estas palabras en el contexto de una relación mutuamente potenciadora y enriquecedora.

La democracia que puede posibilitar paz social es aquella que se define por los Derechos Humanos y tiene al menos cuatro características:

Primero, la celebración de elecciones libres, imparciales y garantizadas que posibiliten el derecho a la participación política;

Segundo, la existencia de medios de difusión imparciales e independientes, que pueden contribuir al ejercicio del derecho a la libertad de expresión, pensamiento y conciencia;

Tercero, la separación de los poderes del Estado, que ayude a proteger a los ciudadanos de la violación de sus derechos civiles y políticos y;

Cuarto, el fomento de una sociedad civil abierta que haga efectivo el derecho de reunión y asociación pacíficas, orientadas a fortalecer el poder de la ciudadanía como condición para que la democracia fundamente la libertad individual y los derechos humanos en la justicia social y en la equidad económica.

En este momento de crisis, con el fantasma del caos social sin precedentes, los bolivianos debemos y tenemos que preservar la democracia y la paz, es un desafío histórico que nos toca hoy, superar las barreras, disipar las tinieblas de la manipulación y el posible fraude, derribar los intentos de intereses nefastos y avanzar juntos en el sol.

En un momento en el que la mayoría de los bolivianos centran sus esperanzas en los resultados que arrojen las elecciones presidenciales del 17 de agosto, con un pedido unísono de cambios certeros y medidas de estabilización a la multicrisis, hoy no está en riesgo solamente el futuro del país, sino la continuidad de los lastres que nos atan al subdesarrollo y a la pobreza.

¿Podremos estar a la altura del desafío?

Nuestros padres derramaron su sangre por nuestro presente. Nosotros debemos de obedecer a nuestra conciencia y moral para construir un futuro.

El tiempo, el momento histórico de la nación es ahora, hoy estaremos a la altura del desafío, del destino de nuestra nación, aceptemos el llamado de la patria como siempre los hijos de Bolivia han sabido defender.

Hoy nos levantaremos como un solo hombre, respondiendo al último mandato del gran Mariscal Antonio José de Sucre, no destruiremos la obra de su creación y prestaremos ante todos los peligros e integridad de Bolivia.

Vamos a demostrar a quienes pretenden el desorden, el caos, a quienes pretenden perpetuar un atraso en nuestro país aferrándose a los fantasmas del pasado y la ignorancia del sectarismo, existe otro camino que no es la confrontación.

La disputa entre hermanos al calor de intereses políticos y con la excusa de fantasmas inexistentes, odios invertebrados solo es un lamentable subproducto de la ignorancia.

William Torrez Pérez es político y exasambleísta departamental de Oruro.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.