
ohn V. Murra (ver nuestro artículo anterior en Datápolis) con su obra “El control vertical de un máximo de pisos ecológicos”, subió al nivel máximo de su fama como el mayor promotor del estudio sobre la sociedad Inca. En una entrevista (2006), explicó que del conjunto de sus trabajos prefería “el control vertical” porque constituía una explicación del logro andino, propuesto en circunstancias en que la “bibliografía europea y las cajitas evolucionistas se mostraban impotentes”.
El impacto de este trabajo fue considerable en las esferas intelectuales y políticas de América Latina y del Norte, en Europa y en el mundo. Un antropólogo peruano de renombre Franklin Pease escribió que el “archipiélago vertical” revelaba que los “hombres andinos habían construido lo que era tal vez la mejor aproximación a un modo de producción original en los Andes” (2002). Otros antropólogos conocidos como Martï Pärsinen (Finlandia) y Cologero Santoro (Chile), elogiaron a Murra por el archipiélago y por haber iniciado una “nueva era” en los estudios sobre los incas. El impacto en Bolivia fue enorme e influyó en los círculos políticos indigenistas y anarquistas y en la academia universitaria.
Celebramos, por nuestra parte, la importancia de Murra por promover el estudio de la sociedad Inca. Lo que no reconocemos, sin embargo, es el carácter científico de sus trabajos (nuestro libro Economía y Sociedad del Imperio Inca, 2018), incluyendo al “archipiélago vertical”.
El modelo de archipiélago estaría constituido por “núcleos étnicos centrales” o ayllus, y por sus “colonias periféricas campesinas” situadas alrededor a diferentes distancias y altitudes. Las relaciones sociales de las comunidades campesinas estarían formadas por la propiedad colectiva de la tierra, la reciprocidad en el trabajo, la complementariedad ecológica y la autosuficiencia alimentaria, lo que conformaría el “ideal del hombre andino”. El ayllu étnico central sería “el mando político”, y las islas periféricas formadas por campesinos mitmakunas o mitimaes tendrían el papel de “proveer alimentos ecológicos” al primero.
La “fuente primaria” que inspiró a Murra la estructura del archipiélago se basó en dos “visitas” o encuestas realizadas por los “visitadores” españoles a diferentes regiones, grupos étnicos y colonias periféricas. La primera fue realizada 30 años y la segunda 37 años después de la destrucción de la sociedad y del Estado Inca (año 1532). Diferentemente, mientras las llamadas “crónicas” de los cronistas españoles trataban de interpretar la naturaleza y las características globales de la sociedad y del Estado, las “visitas” se limitaban a registrar datos sobre la propiedad de las tierras en diferentes zonas, el número de habitantes, la ganadería, los productos cultivados y los intercambios entre los ayllus y los productores.
Nuestro estudio del archipiélago detectó grandes errores e insuficiencias en el trabajo de Murra (expuestos en el capítulo XIV de nuestro libro mencionado; páginas 250 a 284) que los hemos denominado “Las lagunas del archipiélago vertical”. El análisis de cada laguna se expone sintéticamente a continuación:
Primera laguna: “Ausencia de sociedad, de Estado y de imperio Inca”. Murra informó que el archipiélago existió entre los años 1460 a 1532, es decir antes de la llegada de los españoles, lo que le permitió construir su modelo ignorando totalmente la presencia del Estado, del imperio Inca y de las familias nobles de los ayllus. En realidad, en los años indicados por Murra, el imperio Inca y los ayllus se encontraban en plena expansión económica, militar y territorial. Era absurdo pensar que un tal archipiélago pudiera existir flotando en el aire, sin evolución, al margen de las estructuras económicas, sociales y militares incas englobantes y fuertemente dominantes.
Segunda laguna: “Falta de caracterización de los mitmakunas”. Cuando se habla de un grupo social, es obligatorio tener una definición sobre él, pero Murra no procedió así. Los mitmakunas para Murra serían los pequeños campesinos “jatunrunas” tanto de los ayllus centrales como de las comunidades periféricas. Todos los miembros del archipiélago serían mitmakunas, pequeños campesinos. No es correcto confundir los mitmakunas con los pequeños “campesinos libres” jatunrunas. Por otra parte, Murra no explica la razón por qué algunos “campesinos” de los ayllus eran enviados a las colonias y por qué otros se quedaban. Es necesario preguntarse entonces quién o quiénes se beneficiaba del trabajo de las colonias. Murra se limita a afirmar que los campesinos de las colonias “pertenecían” a los ayllus centrales pero no precisa de qué tipo de “pertenencia” se trataba. Esta indefinición no le permite ver que esos mitmakunas “pertenecían” en realidad, en tanto que “propiedad privada”, a los nobles de los ayllus, y que esos supuestos mitmakunas eran verdaderos “yanaconas”. Al ser yanaconas, eran esclavos de los nobles que residían en los ayllus centrales.
Tercera laguna: “Desconocimiento de la existencia de diferentes tipos de familias en los ayllus”. Murra desconocía la existencia de diferentes tipos de familias en los ayllus. Para él la única familia existente era la familia jatunruna, es decir la familia campesina nuclear monógama, constituida por el hombre, la mujer y los hijos. Es insuficiente. En realidad, en los ayllus existían tanto las familias monógamas campesinas jatunrunas “libres”, como las familias polígamas “extensas” de la nobleza. Estas estaban formadas por miembros nobles y por “no nobles” subordinados. Entre estos se encontraban las concubinas “acllas” y sus hijos no nobles, los artesanos, los mineros y los campesinos “no libres”. Estos eran enviados a diferentes zonas alejadas encargados de producir bienes para los nobles que dominaban los ayllus. A estos los llamaban “mitmakunas o mitimaes” que pertenecían en calidad de propiedad privada a los nobles de los ayllus. Murra borra de un plumazo la calidad social y económica de estos mitmakunas esclavos.
Cuarta laguna: “Archipiélagos ecológicos o militares”. Para Murra, los campesinos del archipiélago vertical eran originalmente productores de alimentos ecológicos, pero con la expansión del Estado Inca y del Tawantinsuyu, surgieron por todo lado diferentes grupos sociales que antes no existían como lo mineros, los ceramistas, los ganaderos, las mujeres acllas, los militares y otros. La aparición de estos nuevos grupos y actividades habría destruido la naturaleza ecológica del archipiélago. Murra no estudió que esos grupos y actividades productivas existían varios siglos antes de los Incas.
Quinta laguna: “El ideal del hombre andino de Murra y el ideal de los Incas”. Para Murra el “ideal del hombre” andino estaba formado por la propiedad colectiva de la tierra, por la producción ecológica de alimentos en reciprocidad y por la autosuficiencia alimentaria, fuera de toda presencia del Estado. Para Murra el Estado es el factor perverso de la sociedad. Estas ideas contrastan con el “ideal de los Incas”. Estos buscaban la prosperidad económica y social de su imperio mediante el impulso al desarrollo del sector agrícola y ganadero, la producción minera y de herramientas en bronce, la construcción de cientos de carreteras y de puentes y la expansión de las ciudades en un gigantesco territorio de Sud América. Esta búsqueda era, obviamente, al margen de la brutalidad con la que trataban a los sectores sociales subordinados. En esos tiempos no existían los criterios sociales e institucionales que existen actualmente.
Existen más “lagunas” en el archipiélago de Murra, pero las expuestas son las centrales.
Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.