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ecibí la noticia del fallecimiento de RAFAEL PUENTE con mucha tristeza, por la pérdida de un compañero, un ser humano muy valioso que, como otros personajes comprometidos con la noble causa de contribuir a la construcción de un país con igualdad de derechos y justicia social, dedicó gran parte de su vida a la consolidación de este objetivo altruista.

Conocí a Rafo Puente cuando él conformaba la organización política Bloque Popular Patriótico (BPP), hombre sencillo y firme en sus convicciones. Posteriormente integró el Eje de Convergencia y más tarde el frente Izquierda Unida, a través del cual, es postulado y elegido diputado al Congreso Nacional, desde cuya trinchera abogó por los derechos de los más humildes, por entonces fue un firme aliado de quienes formábamos parte de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia. Rafo decidió darle una utilidad cualitativamente distinta a su función parlamentaria, motivo por el que integró la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, por entonces presidida por Juan del Granado. Desde esa trinchera se desempeñó como un férreo defensor de los derechos fundamentales de las personas.

Este gran luchador social, ex integrante de la Compañía de Jesús, supo combinar perfectamente la causa cristiana con la causa de Dios, igual que otros grandes personajes como Luis Espinal, Ana María Ajuria, Federico Águilò, Mauricio Lefevre, Julio Tumiri, entre otros.

Posteriormente, ilusionado con la idea de que la llegada del MAS al poder en 2006, marcaría un hito positivo en la historia de la política boliviana y pudieran consolidarse las grandes aspiraciones de desarrollo, justicia y extinción de las inequidades en Bolivia, de muy buena fe respaldo al régimen de gobierno de Evo Morales, inicialmente como Viceministro de Gobierno y posteriormente como Prefecto de Cochabamba. Si embargo su estadía en el gobierno le permitió comprobar la inexistencia de fines y objetivos altruistas en la razón de la militancia de muchos miembros del MAS, empezando por el entonces Presidente Evo Morales, pasando por varios de sus adláteres que demostraron su angurria y afán exclusivo de enriquecimiento ilícito, permanencia en el poder, goce y disfrute de los beneficios que reporta ese estatus, además del autoritarismo, intolerancia que caracterizaba a los integrantes de dicha entidad política.

La miseria humana y la orientación fascista de la mayoría de los miembros del régimen gubernamental de Evo Morales, dio lugar a que Rafael Puente se aleje del gobierno, convirtiéndose en adelante en un crítico de esa gestión, posición asumida con mucha convicción, espíritu democrático y de manera pública, sus columnas en medios de difusión escrita y pronunciamientos frontales denunciando los atropellos que se cometían, daban cuenta de su voz interpeladora y de su actuación personal basada en principios, valores y compromiso social.

Lamentablemente en el último año su salud se fue deteriorando, evitando que este portavoz genuino del pueblo boliviano continúe activando en defensa de derechos, intereses y las legítimas aspiraciones de nuestro pueblo, ocasionando su posterior fallecimiento.

Sin embargo, es importante y justo valorar su compromiso social, vocación democrática y su inclaudicable lucha por reivindicar los derechos de nuestro pueblo. Precisamente por ello, cabe reflexionar en sentido de que, cuando se vive tan intensamente como lo hizo RAFO, no hay muerte que valga, él seguirá viviendo en el corazón y la memoria de quienes tuvimos el privilegio de compartir con él una misma trinchera de lucha. GRANDE RAFAEL PUENTE.

Waldo Albarracín Sánchez es abogado y defensor de Derechos Humanos.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.