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e ha estudiado poco o nada en América Latina y en el mundo sobre las características políticas, económicas e históricas del liderazgo del inca Pachacútec (1400-1471), noveno emperador del imperio Inca. Antes de este ya habían sucedido 8 anteriores incas durante 150 años. Aunque fue el noveno éste protagonizó en realidad el surgimiento, fortalecimiento y expansión del conocido como imperio Inca (mi libro Economía y sociedad del imperio Inca, ver Google, 2018).

El análisis de la trayectoria e importancia de este emperador proporciona herramientas analíticas sólidas para evaluar el peso de las teorías dominantes de los últimos 50 años en las universidades del mundo entero. Los estudios antropológicos, arqueológicos, sociales, históricos y económicos sobre este imperio están influenciados por estas teorías.

Inicialmente, durante alrededor de 200 años, varios ayllus habitaban la región del Cusco y sus alrededores. El principal ayllu del Cusco estaba dirigido por los que se hacían llamar “Incas”, título de mando jerárquico proveniente del idioma pukina de Tiwanacu. Unos 90 años antes de la llegada de los españoles a la frontera norte del actual Perú, en 1532, un gran ayllu al norte del Cusco habitado por la etnia Chanca, dirigido por el jefe Uscovilca, se propuso atacar y conquistar el Cusco, sobre todo al ayllu dirigido por el 8o Inca llamado Viracocha. El jefe chanca tenía el objetivo de “tomar sus riquezas sus mujeres y sus yanaconas” (escrito por el conquistador español Juan de Betanzos, 1551, conocedor del quechua, en base a las narraciones de los historiadores lectores de quipus del imperio Inca.

En esos tiempos, lo que motivaba las guerras entre las etnias y los ayllus no eran las tierras como afirman los historiadores tradicionales, sino “los cautivos yanaconas, hombres y mujeres”, la fuerza de trabajo principal de esos tiempos. Estos cautivos constituían los bienes más apreciados que las tierras y que el oro y la plata. Tomar cautivos permitía posteriormente acceder a las tierras y a las otras riquezas (ver capítulo lX, La nobleza Inca y la formación del Estado y del imperio, en mi libro citado).

Ante la amenaza de los Chancas, el Inca Viracocha evaluó sus fuerzas y decidió que era mejor rendirse y someterse al jefe chanca Uscovilca. Esta decisión no fue admitida, sin embargo, por el joven príncipe Pachacútec, hijo de Viracocha, quién consideró que “prefería la muerte antes que vivir en la vergüenza, que él había nacido noble y no sujeto esclavo”.

Con este pensamiento apartó bruscamente a su padre y convocó a los jefes de los otros ayllus de la región que también eran amenazados por los chancas. Bajo el liderazgo de Pachacútec tomaron entonces la decisión de enfrentar a Uscovilca por lo que a los pocos días se realizaron una serie de combates que finalmente lograron desbaratar al ejército chanca.

Con la muerte de Uscovilca, quedaba destruida al mismo tiempo la sociedad chanca. Esto significaba que miles de combatientes chancas y cientos de ayllus tuvieron que rendirse a los señores del Cusco. Pachacútec había demostrado durante este período sus cualidades como jefe político y guerrero. Los señores de los ayllus del Cusco decidieron entonces designar a Pachacútec como a su nuevo y jefe. Las autoridades del Cusco procedieron luego a tomar posesión de los nuevos territorios y de los ayllus chancas. Era también importante el reparto entre los señores de los miles de hombres y mujeres chancas para ser sometidos luego como yanaconas esclavos.

Con estas bases y en este contexto el nuevo jefe Pachacútec comenzó a dirigir y a organizar el inmenso territorio conquistado. La alianza inicial coyuntural entre los señores cusqueños para la defensa de sus intereses, se transformó en una alianza social, política y económica permanente para construir un nuevo Estado fuerte para el largo plazo. En esta perspectiva, se definió construir los nuevos pilares y estructuras del nuevo Estado en expansión.

Se pusieron también de acuerdo sobre una nueva metodología para gobernar y administrar los nuevos territorios y programar las nuevas instituciones de las regiones anexadas. El conquistador español Juan de Betanzos describió (1551) que las decisiones de Pachacútec no emanaban solo de la voluntad de una persona sino de una concertación entre los señores que participaron en la defensa del Cusco y en la conquista del territorio chanca. Entre las decisiones estaban la organización de las instituciones del nuevo gran Estado cusqueño y de un ejército permanente. Se dispuso también organizar las instituciones administrativas del Estado y de las regiones y definir las características de los nuevos funcionarios del Estado central y de las nuevas provincias. Posteriormente surgió la necesidad de fortalecer el Estado y al ejército en vista de la defensa de los nuevos territorios conquistados y de su administración.

Estas decisiones significaban también establecer la estructura del nuevo “imperio Inca” en expansión con Pachacútec como noveno Inca a la cabeza. Los nuevos funcionarios del Estado podían en adelante ser provenientes de otras regiones, no solo del Cusco. El personal tampoco debía ser necesariamente pariente y descendiente de los señores que lucharon por la defensa del Cusco. Las familias de los señores iniciales constituían desde ese tiempo la “nobleza” del imperio. Con el crecimiento territorial del imperio, los gobernantes decidieron dividir el imperio en “cuatro grandes suyus o regiones” alrededor del Cusco: Chinchaysuyu, Collasuyu Antisuyuyu y Cuntisuyu. Cada suyu debía contar con un sistema administrativo dirigido por gobernadores y Consejos. Simultáneamente se procedió a construir en cada región cientos de fortalezas militares, miles de obras de infraestructura de riego, habilitar tierras para la agricultura en cada ayllu, construir miles de kilómetros de caminos para unir las diferentes provincias y ayllus y organizar a la población, a los yanaconas hombres y mujeres y a los pequeños campesinos, como las fuerzas de trabajo regionales para desarrollar la economía.

Las decisiones de gran impacto del Estado imperial lograron transformar en los 37 años de reinado de Pachacútec a una gran parte de la América del Sud. Nada de esto podía haber sido hecho sin la presencia y la acción de un gran Estado e imperio Inca.

Ahora veamos que dicen las teorías sobre el Estado inca dominantes en América Latina y en el mundo. Según la teoría propuesta por el antropólogo John Murra (1960 y siguientes), que vimos en artículos anteriores, el Estado de los Incas era “perverso” por naturaleza y no “benefactor”, lo que a su parecer no contribuía a la prosperidad económica de los pequeños campesinos sometidos, supuestamente la mayoría de la población. Esta teoría sigue de moda en las universidades de Bolivia, de América latina y del mundo.

Según otra teoría también dominante en buena parte de las universidades del mundo, propuesta esta vez por los antropólogos “funcionalistas”, las relaciones en las comunidades campesinas incas —abusivamente consideradas como la mayoría de la población de los Andes—, se caracterizarían por “relaciones de reciprocidad y de redistribución”. Esto significaría que lo que la mayoría de la población producía en reciprocidad va al centro o a la autoridad superior y esta en retorno generosamente los redistribuía de vuelta a los demás, a los productores.

Ambas teorías pueden ser consideradas como “pachamamistas“ porque distorsionan la realidad e interpretan como armónicas y verdaderos paraísos terrenales a las sociedades del pasado de los andes y de América Latina. Todo lo del pasado es bueno y lo del presente y futuro es malo.

En el Perú, las teorías pachamamistas tuvieron gran acogida. La antropóloga peruana María Rostworoski (y otros) autora del libro sobre los Incas más vendido en el Perú, sostiene que no se puede llamar imperio al Estado Inca ya que éste conquistaba otras sociedades mediante la reciprocidad y no por la violencia y la imposición.

Bernardo Corro Barrientos es economista y antropólogo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.