
ay quienes, con demasiada ligereza, se apresuran a etiquetar de masistas a todo aquel que dialogue con el mundo popular. Pero conviene hacer una aclaración necesaria: el bloque nacional-popular, ese concepto trabajado por René Zavaleta Mercado, representa una de las tradiciones políticas más profundas y persistentes de Bolivia, no es un invento del MAS, ni mucho menos un monopolio de Evo Morales. Es un sujeto histórico que ha mutado, resistido y reaparecido una y otra vez en distintas formas, con distintos nombres y liderazgos.
La reciente contienda electoral estuvo marcada, sin duda, por el agotamiento del MAS-IPSP como partido de gobierno, pero, y esto es fundamental, no del mundo popular como actor político clave en el país. Muchos analistas cometieron el error de pensar que el declive del MAS equivalía al fin de lo popular, creyeron que, tras el derrumbe del instrumento político, las élites empresariales y tecnocráticas conducirían el país sin los ruidos del pueblo. Grave error.
El segundo error fue confundir la crítica al MAS con una crítica a la Bolivia popular, indígena y chola, a esa Bolivia que no necesariamente se expresa dentro de los cánones occidentales de la lógica o la cordura, no entendieron que los sectores populares también se desencantaron del MAS, y vieron en las elecciones un nuevo espacio de disputa simbólica y de poder. Por eso Andrónico Rodríguez no ganó. Porque en el fondo representaba la continuidad del modelo ya agotado.
En cambio, Lara supo canalizar el desencanto a través de un discurso antiestablishment, directo, visceral, incluso incómodo por su pelea contra la corrupción, contra la Policía, ya que no es lo mismo criticar a la Policía desde una zona residencial, donde llames abuso policial a la coima que te saca la Policía por manejar ebrio, que hacerlo desde un barrio popular donde la Policía puede violar tus derechos, humillarte o violentar a las mujeres sin que tengas los medios ni el conocimiento para defenderte. Por eso el apoyo a Lara.
El tercer error fue pensar que bastaba la alianza con sectores económicos poderosos y algunos símbolos modernos para construir un nuevo liderazgo nacional. Bolivia es más compleja. Su mapa político ya no se define por las fronteras departamentales, sino por procesos de mestizaje, movilidad y nuevas identidades urbanas y rurales que atraviesan todo el territorio. Santa Cruz, como eje de crecimiento y atracción poblacional, que en unas décadas concentrará casi la mitad del país, tiene el desafío de pensarse en clave nacional, no como región aislada o autosuficiente, sino como parte activa de un proyecto plural que dialogue con la Bolivia diversa, profunda y popular, si quiere realmente imponer su visión de estado y Economía.
Por eso, decir que Rodrigo Paz o Edmundo Lara son masistas es una barbaridad analítica y política. Lo popular no es masista por definición. Es un sujeto social, muchas veces empobrecido, que no confía en el Estado porque ha sido históricamente marginado, y a su vez sigue esperando que ese Estado lo proteja y le de cosas. Pero eso no los hace “del MAS”. En estas elecciones, lo popular votó contra el MAS, pero también contra la soberbia elitista que pretende borrar a ese sujeto histórico.
En definitiva, el bloque nacional-popular no murió con Evo Morales. Sigue vivo, transformado, buscando nuevas voces. Y si alguien no entiende eso, terminará repitiendo los mismos errores, políticos y morales, de los que ya creyeron alguna vez que el pueblo era solo un accidente de la historia.
César Augusto Camacho Soliz sociólogo, investigador y director de INESLA.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
