
olsonaro y Milei, referentes de la extrema derecha regional, están cosechando las consecuencias de su razón política en el poder.
Ambos líderes enarbolan las banderas de las dictaduras militares de siglo pasado, reivindican como valor supremo el orden vertical y militar del ejercicio del poder, niegan la existencia de víctimas de la represión; por el contrario, los acusan de subversivos y extremistas, exacerban los sentimientos nacionalistas, anticomunistas, antiindígenas, antiderechos; reducen o suprimen los derechos sociales, niegan al Estado como institución que proteja a la sociedad y afirman una verdad única: capitalismo-seguridad y Estado.
Jair Bolsonaro se confiesa católico, pero también fue bautizado en el río Jordán bajo el manto de la Iglesia Asamblea de Dios. Desde este púlpito ha arengado contra lo que él define como los “enemigos de Brasil”: Lula, Dilma Rousseff y el Partido de los Trabajadores.
Su ascenso al gobierno no estuvo precedido de un triunfo legítimo, sino de una manipulación política y judicial; es decir, heredó un gobierno no lo gano democráticamente.
En 2016, por juicio político o impeachment, la mayoría de derecha y extrema derecha en el parlamento destituyó a la presidenta Dilma; asumió la presidencia Temer. En ese mandato se proscribió y encarceló a Lula el 2018; en esta bandeja política venció electoralmente Jair. Como agradecimiento a este regalo presidencial, nombró ministro de Justicia a Sergio Moro, juez que encarceló a Lula.
El lawfare contra Lula se derrumbó por su propio peso; se hizo público unos audios del juez Moro y del fiscal mostrando la manipulación del Ministerio Público y la Justicia. Lula salió de la cárcel, pero ya estaba en la Presidencia el beneficiado del amañado proceso judicial.
En octubre de 2022, el líder sindical metalurgista se enfrentó a la maquinaria estatal y religiosa; venció democráticamente. Esta elección incluso tenía una dimensión plebiscitaria, porque se enfrentaban dos liderazgos opuestos ideológica y políticamente: un demócrata que luchó contra la dictadura y un exmilitar que usa la democracia para reivindicar la dictadura.
Bolsonaro, en complicidad de autoridades militares, ministros salientes, grupos evangélicos de extrema derecha, porque así lo identificó la justicia brasileña, lidera un intento de golpe de Estado a ocho días que juró a la Presidencia Lula, con el argumento clásico de las derechas: fraude. Toman violentamente el Congreso Nacional, el Tribunal Supremo Federal y el Palacio de Planalto (de gobierno) en Brasilia. El golpe no prosperó, fue derrotado por la legitimidad del presidente electo y la fortaleza popular. Bolsonaro fue sentenciado a 27 años de prisión.
Milei reivindica la dictadura militar de los 70, rechaza que haya más de 30.000 desaparecidos; por el contrario, los acusa de ser “rojos terroristas”; se considera a sí mismo heredero de la doctrina de la Escuela Austriaca, hijo putativo de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, anticomunistas, creadores e impulsores junto a Friedman del neoliberalismo.
Impuso su receta para reducir el déficit fiscal y controlar la inflación; la medida mas “lucida” fue reducir en 32% el valor adquisitivo de la renta a los jubilados, no pagarles un bono compensatorio a las rentas mínimas, reducirles prestaciones médicas y medicamentos especializados, incremento el costo de transporte público y de los servicios, reducir presupuesto a la salud y a las universidades, etc. Es decir, bajar el déficit es restringiendo la calidad de vida de millones; pero lo dramático del ejercicio de poder no es atentar contra la vida, sino las acciones de los hermanos Milei que gobiernan el país hermano.
El Presidente es acusado en la Justicia estadounidense e investigado en Argentina por impulsar una estafa piramidal de más $us 280 millones. Su hermana es la secretaria general de la Presidencia de la Nación Argentina con rango de ministro, es investigada por la Justicia y Parlamento argentino por el cobro de “coimas” por la compra de medicamentos para discapacitados.
En las últimas elecciones parlamentarias de la provincia de Buenos Aires, el libertario Milei fue derrotado.
Quien salió en defensa de los íconos de la extrema derecha: Trump.
El gobierno de Estados Unidos sancionó extraterritorialmente a los jueces del Supremo Tribunal Federal que sentenciaron a Bolsonaro; además, sancionó a la esposa del presidente de este tribunal.
A Milei, que no puede controlar la inflación, tampoco el dólar paralelo, derrotado en la urnas y acorralado por las investigaciones sobre posibles hechos dolosos, el gobierno norteamericano lo oxigenó con un respaldo millonario para que no termine de derrumbarse.
Las extremas derechas sin la ayuda y protección del Tío Sam no llegan al final del día.
César Navarro Miranda es escritor y exministro de Estado.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
