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UNATA, ABRIL 2024

Cansada, como siempre, tu madre llega al cuarto donde viven y al abrir la puerta te encuentra ensangrentada e inconsciente.

Trata de revivirte, no se explica, y sale a buscar ayuda.

Te llevan a un hospital, pero ya es tarde y te vas para siempre.

AVECITA DE CRISTAL

Llegaste apenas hasta los tres. Tres años mi niña punateña, mi niña boliviana, mi pobre avecita rota.

Mi niña rota, destrozada y desmigada. Mi niña abandonada en el dolor y la soledad.

Mi niña sin voz suficiente para pedir ayuda, sin fuerzas para ponerte de pie o arrastrarte para abrir la puerta.

Mi niña que aún no sabía que algunos seres humanos podían despedazarte.

Mi niña vaciada en sangre.

Mi niña sangrante que ya no está. Que se fue.

Mi niña-ave, entonces, que ojalá haya encontrado un cielo donde volar.

ADIÓS

No tengo una flor para ti mi niña rota. No podré ir a tu entierro. No sabré tu nombre y nunca sabremos que hubiese sido de ti en el futuro.

Solo tengo estas palabras para darte y estas lágrimas que se me salen solas.

El monstruo que te destrozó estará encerrado treinta años y al cabo, volverá a las calles. Tendrá 53 entonces.

Gloria Eyzaguirre es periodista.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.