
ntes, cuando tenías que pintar un cuarto, ¿con qué cubrías el piso? Con papel periódico.
Y si te trasladabas de casa, ¿con qué envolvías la cristalería antes de colocarla en una caja? Con papel periódico.
Las caseritas también envolvían papayas o chirimoyas con papel periódico y, mucho antes, se escuchaba que la gente con menos recursos hasta utilizaba las hojas como papel higiénico.
No se diga más.
Ese papel impreso, esas hojas que parecían encuadernadas y que constituían los diarios de cada día eran parte del desayuno familiar.
A veces las comprábamos de los voceros que gritaban, especialmente los domingos: “Presenciaaaaa”, “El Diariooo”, “Última Horaaaa”, “Hoyyyyy…”.
Luego se añadieron La Razón y posteriormente La Prensa. Hojas queridas, hojas llenas de vida.
Periódicos voluminosos los domingos y un tanto menos durante la semana.
Periódicos que poco a poco redujeron sus páginas de avisos y sus contenidos.
Periódicos que callaron como Presencia, Última Hora y Hoy y periódicos que cambiaron de dueños una y otra vez.
Periódicos decanos como El Diario, La Patria de Oruro, El Deber de Santa Cruz, Los Tiempos de Cochabamba y otros que aún están circulando.
Periódicos flacuchos que hoy no alcanzan para reutilizarlos, me dice una amiga.
Seguramente ya no podrán comprar papel ni tinta, acota y concluye diciendo en tono triste: “tal vez dejen de existir para que todo sea online”.
Suspiramos ambas y sabemos que podría ocurrir.
De hecho, está ocurriendo con algunos insumos y productos de consumo que llegaban del exterior.
Además, ya pocos tienen dinero para comprarlos.
Queda en su lugar la nostalgia y evocación de días mejores del pasado donde a veces podíamos comprar dos de los que más nos gustaban.
Eran compañeros diarios de mi tía que habiendo perdido el sentido del oído de manera casi irreversible se sumía en las páginas y las leía de cabo a rabo y nos comentaba por escrito lo que le parecía digno de ser comentado.
En los puestos de venta uno podía leer los titulares de unos y otros y escoger y hasta te dejaban husmear un poco en el contenido. Seguramente algunos lo siguen haciendo hoy.
Ahora, en Oruro, las caseritas ya no te reciben monedas de 20 y 10 centavos porque dicen que “ya no valen”, y ya todos sabemos que los pesos bolivianos se están devaluando día a día.
Antes te comprabas con “un pesito” el periódico… Ahora todos tienen celular y las noticias circulan al instante.
¿Quién necesita un periódico? Tal vez los “canillitas” que ya no son. Tal vez los periodistas que ya no son. Tal vez las familias… Tal vez, solo tú y yo.
Gloria Eyzaguirre es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.