
a Policía incautó ayer ocho mil litros de diésel que tenía como destino la República de Perú. El negocio iba a reportar a los contrabandistas la ganancia de 39 mil bolivianos, tomando en cuenta que el galón, en el vecino país se vende a 15.28 soles. Perdieron el combustible y el camión.
El 19 de julio, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen informó que secuestraron 45 mil litros de diésel de contrabando, distribuido en dos cisternas y cinco contenedores, fueron hallados en un garaje particular de la ciudad de El Alto. Ese negocio iba a reportar más o menos 216 mil bolivianos a los infractores. Se podría seguir con un largo detalle sobre este aspecto.
El negocio del contrabando no solo es de carburantes, sino de productos bolivianos que vendidos en nuestras amplias fronteras reportan buenos dividendos a los comerciantes. Es que los contrabandistas aprovechan en comprar productos más baratos en un país y venderlos a un precio más alto en otro.
El contrabando “a la inversa”, es decir, sacar la producción nacional hacia países vecinos como Argentina, Perú, Chile y Brasil, que ven baratos los productos locales va creciendo; más, no se ha cuantificado esta salida sin control. Uno de tantos informes señala que solo en la frontera con Chile se incautaron 32.300 kilos de carne de cerdo, 6.000 kilos de pollo, 133 cabezas de ganado vacuno, toneladas de granos, azúcar y más de un millón de huevos.
El principal efecto del contrabando a la inversa, ha sido el desabastecimiento de productos alimenticios en mercados locales, acompañado de un incremento de los precios, principalmente de los productos agropecuarios. En las fronteras, como en Bermejo, los argentinos compran un refresco en 1.000 pesos argentinos equivalente a 13 bolivianos (les parece barato), pero un trabajador boliviano no puede pagar ese monto. Una garrafa de gas en la frontera con Perú vales 25 bolivianos; en Perú esa garrafa vale entre 90 y 120 bolivianos. Una invitación a incurrir en el delito, porque el control es insuficiente.
El contrabando es el correlato del comercio informal porque se comercializa con mercancías sin pagar impuestos por estas, reflejando una realidad generalizada en América Latina. Según la Organización Mundial de Aduanas. La región mueve el 80% del contrabando mundial.
La actividad del contrabando se ha enraizado en nuestra sociedad y no debe sorprender que personas de las esferas de gobierno, afirmen que el contrabando es beneficioso, ya que genera empleo y que los consumidores tienen productos baratos; mientras otros afirman que la única forma de combatirlo es siendo competitivos.
Un dato, poco creíble de la Cámara Nacional de Industrias, al referirse al contrabando que ingresa al país alcanza los 3.300 millones de dólares anuales y lo decomisado solo llega a 100 millones de dólares, es decir, solo se comisa un 3%. (datos de 2023).
Solo para sintetizar se debe concluir que el contrabando reduce los ingresos del Estado debido a la evasión de impuestos y aranceles aduaneros. Se crea una competencia desleal para los comerciantes legales y afectar el empleo formal; es más, los artículos de contrabando no están sujetos a los mismos controles de calidad y regulaciones que se impone a los productores locales. Finalmente, termina debilitando al sector productivo ya que los productos de contrabando suelen ser más baratos debido a la evasión de impuestos, en desmedro de los productos nacionales.
Me habría gustado escuchar en el periodo electoral, debates amplios sobre el contrabando, sus efectos y las soluciones que involucren a todos, principalmente a las autoridades encargadas de resguardar nuestras fronteras. Estamos en un periodo en el que la inversión en la producción local puede llevar al deterioro de sectores clave de la economía.
El contrabando ha pasado de ser una actividad comercial informal, a ser parte de organizaciones delictivas cada vez más violentas que se baten a tiros con la Policía. Lamentablemente, hemos naturalizado el contrabando.
Ernesto Murillo Estrada es filósofo y periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
