
a mayor parte de los titulares presentan al presidente electo de Chile, José Antonio Kast, como ultra conservador o ultraderechista. Particularmente creo los rótulos ultristas causan cierta aversión, sean estos de derecha, izquierda, populares o nacionalistas. Percibo que esos regímenes, conllevan un tufo autoritario, una negación implícita del disenso o la concertación. Bolsonaro y Maduro, para no ir muy lejos son expresión de ello.
Kast, declarado admirador de Pinochet y cuyo slogan de campaña se resume en “orden y seguridad” anunció varias medidas internas controversiales, como las del recorte fiscal de más de 6 mil millones de dólares, eliminar la indemnización por años de servicio, o el aumento de la edad de jubilación, etc, etc. Bueno, las cartas están echadas y el pueblo chileno, vivirá una nueva etapa que puede ser muy distinta a los gobiernos que alternaron desde la recuperación de su democracia. Un ex embajador y académico de ese país, al referirse a Kast y su futuro gobierno, lo hizo de la siguiente manera: “Da miedo el lobo, pero tiene que regirse por la CPE”. Chile y sus autoridades, tienen un respeto envidiable a sus leyes e institucionalidad.
Un problema central de la relación de Chile con varios países, entre ellos, Bolivia, está vinculada con la migración, y seguridad. En algún momento de su campaña, Kast anunció la construcción de una zanja de tres metros de profundidad y tres de ancho, luego un muro en la frontera de nuestros países, como también expulsar mediante centenares de vuelos a los migrantes ilegales, etc.
La severa crisis económica, la descomposición político - institucional y perdida del horizonte en nuestro país, provocaron que en los últimos años, miles de bolivianos, sobre todo de jóvenes, se trasladen al vecino país de Chile, a trabajar. Como consecuencia del colapso de la confianza institucional y la imposibilidad de planificar el futuro, se ha generado un desencanto creciente sobre todo entre los jóvenes de nuestro país.
Según un estudio de la fundación libera (2023/2024), no estamos ante un fenómeno de una migración predominantemente rural, impulsada por estrategias de sobrevivencia, sino de una migración con mayor nivel educativo y en muchos casos con expectativas de integración económica inmediata en el país receptor. Esta afirmación se ilustra con el incremento sustancial de solicitudes de residencia temporal en Chile por parte de bolivianos, de 22 mil solicitudes el 2023 a casi 90 mil el 2024, según datos del servicio de migración de Chile.
Si bien se estima que ingresan por concepto de remesas desde Chile a nuestro país, unos 300 millones de dólares en la gestión 2024, el nuevo gobierno debe a la brevedad revertir las causas que provocan la migración masiva de jóvenes, con un nuevo perfil, al tratarse de jóvenes mejor calificados (bachilleres o conformación técnica e incluso universitaria) y establecer acciones que frenen esa fuga/migración de bolivianos.
Una encuesta de la fundación Aru (2024), citada por el estudio antes citado, revela que un 54% de los jóvenes bolivianos (entre 16 a 35 años) manifiesta su intención de emigrar e incluso con expectativas de integración económica en su posible lugar de destino. Si se considera que este grupo representa más del 40% de la población, el potencial migratorio superaría los dos millones de personas para los siguientes años.
Claro, la agenda bilateral con Chile es mucho más amplia, y entre otros temas están el contrabando, el narcotráfico, el comercio entre ambos países, el cumplimiento del tratado de paz de 1904 que debería garantizar a Bolivia el libre y perpetuo tránsito comercial por territorio y puertos chilenos, en territorios que antes fueron nuestros. En fin, nuestras fronteras de casi mil kilómetros de longitud, y necesidades mutuas entre Chile y Bolivia, obligan un mayor desprendimiento para alcanzar resultados favorables para de ambos países.
Daniel Valverde Aparicio es abogado, docente universitario y exdiputado nacional.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.
