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icen que los aeropuertos son territorios que nadie siente como la patria de la infancia. Todos los protagonistas parten en eternas odiseas. Lugar para inventar poesías, situar novelas de misterio o filmar películas taquilleras.

En estos días de fiestas, celebraciones y encuentros familiares los aeropuertos en todo el mundo parecen caóticas urbes chinas. Correteos, filas, búsquedas, ansiedades, maletas extraviadas, vuelos cancelados, conexiones fallidas. Millones de personas desafían todo ello para llegar a tiempo al abrazo cálido.

En el (No) Estado Plurinacional de Bolivia los aeropuertos se comparan cada vez más con escenas del surrealismo de Cinecittá. En la facturación, la señorita explica que el vuelo que aparece en tu reserva no existe. El piloto adelanta que bajarán algunas valijas al azar. Es posible que, para un viaje de una hora, te envíen en una combinación que durará cinco (con suerte).

Me tocó escuchar cerca de 40 veces extractos del discurso de posesión de Rodrigo Paz Pereira mientras esperaba la salida demorada de un vuelo de Boliviana de Aviación (BoA) desde La Paz a Santa Cruz. En el retorno las mismas imágenes se repetían en Viru Viru durante dos horas, en mute.

Éramos tantos los varados que varios se sentaban en el suelo. Un joven me ofreció gentil una silla. Un alivio pues el aire acondicionado dejó de funcionar desde hace varias semanas y el bochorno sofocaba. Al poco se cortó la luz.

Recordé las veces que escribí contra las gigantografías de Luis Arce y de su ministro de Obras Públicas, Servicios y Vivienda Edgar Montaño pegadas en los corredores. ¿Qué utilidad tiene esa información para el viajero, para el turista? Ninguna.

En El Salvador, la única imagen personal es la del Santo Oscar Arnulfo Romero, santificado por su sacrificio en favor de los pobres. En Colombia en los destinos preferidos como Cartagena, Santa Marta y el Eje Cafetero (Pereira) las fotografías relatan la belleza del paisaje, las propuestas de paseos ecológicos y la modernidad.

En El Alto, durante meses, la pantalla oficial repetía consejos para usar de forma apropiada los nuevos (horribles) inodoros. Daba vergüenza ajena. Aparte que, como lo denunciamos en su momento (cuando el MAS estaba en el poder) los servicios en los principales aeropuertos del país no tenían condiciones dignas. El caso emblemático fue el del recién estrenado Alcantarí que de “internacional” no tenía ni la fachada; en los baños faltaba agua, mientras adentro se colaba la lluvia.

Los aeropuertos bolivianos no fueron un buen ejemplo, ni siquiera en el mejor momento del pretendido Hub en Santa Cruz de la Sierra, el ideal de conexión en la subregión en la etapa liberal; proyecto anulado por el masismo.

Leopoldo Fernández logró la modernización del Aeropuerto de Cobija que en su época de oro sirvió a pasajeros bolivianos y brasileños de los estados mediterráneos de la Amazonia para llegar a Perú, Chile, Argentina o que venían a hacer compras a La Paz.

Jorge Urquidi Barrao fue un extraordinario visionario durante el gobierno de Carlos Mesa para planificar qué aeropuertos y qué carreteras se deberían priorizar con el objetivo de abaratar los costos de transporte comercial y atraer visitantes al país. Ante la falta de presupuesto, fueron seleccionados San Ignacio de Velasco para el norte, Rurrenabaque con su creciente oferta turística y el consagrado Uyuni que llegó a recibir cuatro vuelos diarios. Su plan de asfaltar carreteras fue posteriormente aprovechado por el MAS.

A inicios del siglo, además, volaban en el país varias firmas nacionales (con mucho esfuerzo) y líneas continentales, aunque ya no aterrizan las míticas Iberia, Lufthansa y otras que gozamos en los años 70 desde La Paz.

La caída en picada de la administración aeroportuaria boliviana se dio desde el inicio del gobierno del cocalero Morales. Walter Delgadillo no fue una autoridad competente. Peor fue Vladimir Sánchez Escóbar que convirtió los salones de espera en terminales provinciales, donde los militantes y parientes conseguían puestitos para vender golosinas a peso, kleenex sueltos, emparedados caseros. Economista graduado en Cuba, Sánchez no aprovechó la bonanza económica para invertir de forma adecuada y a largo plazo; todo lo contrario.

Tampoco logró buen desempeño su sucesor Milton Claros y mucho menos Óscar Coca. Sánchez fue también responsable del Fondo Nacional de Inversión Productiva y Social FPS y presidente de la Administradora Boliviana de Carreteras. El otro rostro nefasto del área de transporte fue la “funcionaria estrella de Evo” Patricia Ballivián Estenssoro.

El área de transporte carretero y aéreo debe ser auditada con urgencia porque ahí administraron los millones. ¿Cómo se licitaron los contratos? ¿Cuáles, cómo y por qué se beneficiaron determinadas empresas? ¿Qué regalos de cortesía recibió Álvaro García Linera? ¿Por qué no funcionan los aeropuertos nuevos? ¿Quién es el dueño del aeropuerto de Chimoré? ¿Qué rol jugó el BID? ¿Cuál es la deuda actual?

Para atraer turistas es más importante tener buenos aeropuertos antes que anular visas o hacer propaganda política.

Lupe Cajías de la Vega es periodista e historiadora.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.