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E

l paso del Movimiento Al Socialismo (MAS) y sus ramificaciones por la historia de la bicentenaria Bolivia es un tsunami, cuyos daños solamente serán examinados con equilibrio y en su profunda dimensión con el paso del tiempo. Un tsunami que se vistió de ropaje florido hasta desembocar en las cloacas más inmundas a la vista y paciencia de los bolivianos y con el aplauso de decenas de adláteres en diferentes lugares del planeta, irradiados desde los cafecitos de Buenos Aires.

Sus secuelas continuarán hasta que el último de estos impostores termine ahorcado con el vómito del último de estos ebrios, a la manera como Voltaire describió la degradación de la época que le tocó retratar.

Son más de tres décadas de hilos enredados para metamorfosear un movimiento social ligado desde su nacimiento a la actividad delincuencial del narcotráfico con la revolución de los pobres. La coca utilizada para producir polvos blancos es presentada como sagrada; el consumo tradicional del acullico es publicitado como beneficioso para combatir pandemias; las ganancias del circuito coca cocaína se confunden con las cuotas de las federaciones para financiar las manifestaciones.

Los periodistas fuimos los más responsables en amplificar la voz de Evo Morales y de compadecernos de los cocaleros del Chapare y porque la DEA estadounidense los humillaba. Me anoto en primer lugar porque como dirigente sindical ayudé a romper el silencio informativo con el que algunos dueños de medios televisivos querían aislar la primera marcha de 1994 (la pacífica). Luego, como presidenta de la Asociación de Periodistas, aporté personalmente en las visitas in sitúo para conocer las denuncias en Villa Tunari, junto con los sacerdotes que Evo insultaba cuando llegó al poder.

No comentamos nada de aquellos dirigentes que vimos llenos de anillos de oro y llamativos collares. ¿Por qué callamos? ¿Por qué no escuchamos los rumores sobre el frente femenino, que asomaba valiente, pero era a la vez corrupto y ya inmoral?

Algunos colegas fueron mucho más lejos defendiendo a Morales cuando empezó con los cortes de rutas usando la violencia, afectando a los productores de banano, a los hoteleros y a toda la cadena de exportaciones bolivianas. Más de uno fue encandilado como Ana María Romero, que también lo protegió cuando era Defensora del Pueblo y más tarde aceptó ser candidata del partido cocalero.

¡Cuántos periodistas pusieron palabras de alabanza, de apoyo, de fanatismo para encumbrar al hombre que arruinó como ningún otro mandatario la libertad de prensa en el país! Iván Canelas es la vergüenza del gremio porque sólo un pobre tipo puede asegurar que Evo Morales es el nuevo Cristo. ¡Cuántos debatieron a favor de la Ley contra el Racismo cuando sus compañeros denunciaron la trampa en varios de sus artículos! Hasta hubo un locutor que terminó millonario y dueño de canal que no paga a sus trabajadores.

Cuántas son las ratas que de un momento a otro se convirtieron en masistas y se negaron a contradecir los discursos de Evo que cambiaban el sentido de las palabras, de los conceptos, de la historia. Ratas que ya no supieron dónde quedar cuando las peleas internas comenzaron a mermar sus ingresos publicitarios.

Cuántos corresponsales extranjeros o enviados especiales se empeñan en mostrar los bloqueos como armas de lucha honesta, sin ingresar jamás a examinar lo que ello significa para un anónimo productor de pollos, un campesino que cultiva verduras perecederas, una madre con un hijo enfermo, un transportista que lleva leche, un turista que se imaginó un país simpático.

Hubo una incapacidad de desentrañar el discurso, de recuperar la palabra y sus sentidos. La palabra -el lenguaje- nos diferencia de los otros mamíferos. El Verbo -la Oración- nos une a lo divino. El MAS y sus entornos palaciegos y libreros han embadurnado ese don. Para ello han contado con muchos cómplices.

Eric Hobsbawn en su extraordinario “Rebeldes primitivos” analiza las formas arcaicas como comenzaron los sindicatos, los movimientos sociales, las protestas. Varios derivaron en la delincuencia, como los campesinos sicilianos en la mafia.

En América Latina, la lucha armada izquierdista fue contaminada con las ganancias de secuestros y asaltos. En Colombia, las alianzas con los narcos opacaron los años de resistencia de los comunistas, de las distintas guerrillas. Sus largos brazos descompuestos alcanzaron a los sandinistas en Nicaragua y a la burocracia cubana.

Son delincuentes, tan culpables como quienes delinquen sin pretextos políticos.

Son homicidas, responsables de todos los afectados por los cortes de rúas.

Son asesinos de todos los afectados en estos 30 años que murieron por culpa directa o indirecta de un bloqueo.

Amenazan, asaltan, hieren y también matan.

Lupe Cajías de la Vega es periodista e historiadora.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad de la autora y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.