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stamos mal y los que proponen ideas y propuestas de gobierno, todos quieren lo mismo, cada uno a su manera, parece, a estas alturas, que la política fracasó y, como vamos, nuestra apuesta será por aquel que mayor credibilidad logre o por aquel que tenga algo menos en contra. Lo cierto es que todos dicen tener la pócima milagrosa, pero no sé si son capaces de demostrar el poder de su receta.

En un país donde es más fácil oponerse que proponer, el sistema político nos mueve entre el desprecio por el dirigente cocalero que se niega a cultivar sus peces y el hastío por otros 4 políticos que juran que son eternos. No tiene lógica que Tuto, Mesa, Doria Medina y Manfred sean los sempiternos candidatos y se exija que Evo no pueda seguir el camino que ellos han trazado (ojo, no es que no quiera que se cumpla la ley), sumadas a las sospechas sobre el Padrón Electoral, o a un potencial fraude o, en el extremo paranoico, a hablar de un plan de prórroga del actual presidente.

Es un trance difícil para el sistema político; las organizaciones políticas no se han actualizado y no tienen personas de recambio, a título de organizaciones políticas hay pequeños grupos establecidos alrededor de algún ilustre ciudadano, no hay estructuras consolidadas y consecuentemente, es muy probable que no se debatan ideas, en fin, son tiempos sombríos.

Los tiempos electorales obligan a preguntar cómo salimos de este trance y buscamos el reencuentro político, social y económico que reclama el país, cómo recuperamos la democracia y la economía. Haciendo política, pero con mayúsculas y logrando un acuerdo global que trascienda la política y transforme a las organizaciones económicas y a las organizaciones sociales: un cambio, así no lo quiera entender Lucho y sus muchachos.

Pero, como no habrá cambio en la política de Lucho, habrá que cambiarlo a él. Para empezar, el Gobierno está obligado a gestionar un ajuste económico que tenga la virtud de lograr un mínimo de estabilidad, no sé si alcanza o tenga la capacidad de dar cierta certidumbre que asegure que iremos ordenadamente a las elecciones generales. Por el otro lado es imperioso un acuerdo, un consenso, aunque precario o limitado, pero que deba alcanzar a ser una referencia básica del próximo gobierno y que incluya las necesarias reformas estructurales políticas, económicas e institucionales de largo plazo. Es necesario saber que se cumplirá el compromiso de las elecciones en agosto del próximo año, donde de una vez por todas se acabe con el caciquismo y con la idea de volver a la presidencia a como dé lugar. Hay que recordar que la limitación de los mandatos y la renovación de los políticos es una cuestión de salud de la democracia y del sistema político.

Fernando Berríos Ayala es politólogo.

El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.