
l camino que conduce a las elecciones se ha vuelto escarpado; alcanzar la meta, arribar salvo al domingo diecisiete de agosto. Todo cuanto sucede por estos días deja sensación de incertidumbre, se habla de postergación; son trances desesperantes cuando se hace visible el despeñadero. Por momentos parece ser la expectativa de un masoquista sumiso, o el propósito caprichoso de anarquistas que nunca faltan. Después de veinte años y con la transición de un régimen político a otro, la sociedad de nuevo cuño, tiene rasgos diferentes. Primero, porque cientos de miles de jóvenes estrenarán su opción de ejercer democracia. Segundo, porque la forma de escribir la historia que el ciudadano tenía, cambió a través del tiempo con el acceso de nuevos actores cuya pauta de conducta modificó referencias culturales, valores personales y sociales, así como las estructuras del pensamiento. La colectividad de hoy y su sentido de pertenencia de clase tiene nueva dinámica y elementos de cohesión diferentes; lo que confirma la premisa: hacemos lo que somos.
La progresión vital de cuanto somos, ese recóndito manantial subconsciente desde donde surge el verdadero yo, donde se anidan los comportamientos y las emociones; la intención para actuar ante el menor atisbo de cualquier peligro que ponga en riesgo la pretensión de luchar por un sitio en el carruaje donde suben candidatos, desde donde reciben aplausos, algo así como una erupción deseosa de ser aplacada con prolongada ovación.
Es también tiempo de preferencias, de dogmatismo e intolerancia; confrontar desde cualquier foro donde no siempre se debaten ideas importantes, más bien son palabrería inútil. Es el estrado desde donde se predica lo que más irrita a los otros. Arde el conflicto de poderes: electoral, judicial y el constitucional. Comprometedoras declaraciones con intenciones oficiosas esparciendo amenazas, dicen que ningún partido político está sano, que ninguno merece intervenir en la pugna para conseguir el poder, "no quedaría ninguno si la ley se aplicase", afirman.
Los candidatos entrevistados no desperdician ocasión para anunciar que próximamente presentarán sus programas de gobierno, aseguran tener las recetas que dosificarán a los ciudadanos para sanar sus dolencias.
Se opusieron a las primarias, señal clara de sus intenciones para hacer cada uno su frente de unidad, en la multiplicidad creciente. Avanzan los días en medio de encuestas, y otra variedad de consultas apoyadas con tecnología como el WhatsApp, Debe asumirse que son respuestas urbanas y rurales, aunque existe duda de que no abarcan al campo donde existe dos millones de intenciones que debieran ser consultadas apropiadamente.
Solo quedan cuarenta y cinco días, tiempo en el que recrudecerá la intolerancia entre candidatos y sus portavoces. Los ciudadanos —a pesar de cuanto acontece— recuperan el ánimo y abrazan esperanza. El tercer domingo de agosto, a primera hora o más tarde votarán, y a partir del escrutinio, comenzará a escribirse el gran texto con los capítulos de su nueva historia.
Mario Malpartida es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.