
erá un domingo trascendental, como han sido en el pasado todos esos domingos de elecciones, cuando los pasillos de colegios y escuelas son escenarios para depositar el voto. El 19 de octubre, debería ser un día con menos presiones, sin amenazas; empero, con justificados temores: millones contra millones, jugar por cinco años da para preocuparse.
Después de seis meses con la misma perorata, los candidatos llegarán desgastados. Por lo tanto la esperanza de los ciudadanos se debilitará, disminuyendo así sus expectativas de victoria; aumentará la resignación. Pues al final, no importa cuál binomio gane, lo que sirve es que lo haga bien. ¿Cuál? Las crónicas de ese tiempo dirán que los bolivianos, volvieron a equivocar el designio, o que por el contrario, a punta de ser porfiados esta vez acertaron.
Pero antes de que eso suceda ¿qué pasará con los votos que fueron nulos? ¿Buscarán nuevamente registro estadístico, o -para mal de muchos- sumarán de otra manera? La fe: creer en lo que no se ve, en este caso creer en lo que está por venir; es como acariciar humos que rondan con aromas de triunfo. Rumores, insidias, apologías, adjetivos y apelativos, las urnas no discriminan; es inevitable que las voluntades se dividan en dos cauces.
Durante el tiempo que falta para la cita de octubre, mucha agua correrá bajo los puentes. A pesar del compromiso firmado para evitar la guerra sucia, por causa propia o de mensajeros anónimos, el ambiente electoral se crispará para el contento de algunos, pues el morbo: disfrutar de lo prohibido, es un componente de la cultura social nacional. A falta de ideas nuevas para despertar la imaginación, los insultos son más propicios para exacerbar las emociones.
Por mentiras inventadas, o verdades incuestionables, el ambiente político será turbulento. Los parlanchines, inoportunos como siempre, opinarán en términos descomedidos, y su palabrería vana contaminará la sensibilidad social. Y el habitual corre ve y dile, para informar imprudente todo cuanto el contrincante acaba de despotricar; es su estilo para encontrar quién lo mire, lea y escuche.
Entretanto, quienes dejarán el gobierno afirman que han cumplido sus funciones y que se irán satisfechos. Ya en el trance de despedida gastan descaradamente los dineros públicos, con un popurrí de imágenes televisivas, en el intento tardío de mostrar obras cuya veracidad no es fácil comprobar; se difunden intensamente como descargo de los miles de millones de pesos bolivianos que salieron del Tesoro General de la Nación, de la venta del oro, de los fondos de la Gestora Pública.
Así pues, estimado ciudadano, la política criolla está en auge, y los políticos se retuercen, no avanzan, solo dan vueltas Si ganan o pierden, no será solo cosa de ellos, sino la suma de millones de votos, a eso desde hace siglos se le llama democracia.
*En alusión a la novela "En agosto nos vemos" de Gabriel García Márquez.
Mario Malpartida es periodista.
El presente artículo de opinión es de responsabilidad del autor y no representa necesariamente la línea editorial de Datápolis.bo.